Con los años, he aprendido que las oportunidades para proyectar la imagen de un país no surgen todos los días. Por eso, cuando un evento de la magnitud del Gran Premio de México de Fórmula 1 llega, es un momento crucial. Lo he visto desde dentro del mundo del deporte de motor: los reflectores globales se encienden y, durante unos días, todo el mundo habla de ti. México tiene que estar a la altura.
Lamentablemente, en la última década, he sido testigo de cómo ciertos incidentes aislados, protagonizados por unos pocos, han empañado nuestra reputación internacional. Recuerdo conversaciones con colegas pilotos en paddocks de otros países que me preguntaban con genuina preocupación sobre la seguridad. Es una batalla cuesta arriba contra la percepción, y no se gana solo con palabras.
La evidencia es tangible. He viajado por costas que antes vibraban con turistas estadounidenses y canadienses, y hoy noto una cierta quietud. Es un silencio que duele, porque nuestro potencial es abrumador. Contamos con una riqueza natural y cultural que es la envidia de muchas naciones. El desafío no es tener el producto, sino convencer al mundo de que venga a disfrutarlo con confianza.
Ahí reside la magia de la F1. No es solo una carrera; es una vitrina global. Millones de ojos se posarán en nuestro país. Esa exposición masiva es el antídoto perfecto para los malentendidos. Si los equipos y las figuras más reconocidas del automovilismo mundial aterrizan aquí y tienen una experiencia positiva, ese mensaje de confianza se transmite de manera más poderosa que cualquier campaña publicitaria. Es una validación implícita de que México es un destino seguro y fascinante.
Mi carrera me ha enseñado que ser embajador va más allá de competir en una pista. Es un rol que asumo con orgullo y responsabilidad. Colaborar de forma más estrecha y frecuente con las secretarías de turismo para vincular eventos deportivos de alto perfil, como la F1, con la promoción de nuestros destinos, no es una opción, es una necesidad estratégica.
Y no debemos poner todos los huevos en la misma canasta. El golf, por ejemplo, es un deporte con un turista de alto poder adquisitivo. He jugado en campos de todo el mundo y siempre comento sobre la excelencia de nuestros campos en México. El interés es inmediato. Este es el momento de explotar estratégicamente estos nichos. La F1 abre la puerta, y debemos estar listos para mostrar todo lo que tenemos al otro lado.




















