El adiós de una leyenda viviente
Tras 43 años de trayectoria impecable, un legado monumental y pasión desbordante en el cuadrilátero, El Hijo del Santo ha decidido poner punto final a su carrera como gladiador profesional.
Una determinación compleja para el atleta, quien —después de anunciar su encuentro final para el 13 de diciembre en la Ciudad de México— confesó la profunda nostalgia que significa despedirse de su mayor pasión.
Con emoción contenida, el icónico Enmascarado de Plata enfatizó que su salida representa el cierre perfecto de su etapa como ídolo, preservando su dignidad y el símbolo máximo de su identidad: la máscara intacta, testimonio de una carrera sin mancha dentro y fuera de los encordados.
“Es el combate más complejo de mi existencia. Despedirme de lo que más amo. No me retiro por falta de fervor, sino para concluir mi historia con honor y el emblema protector en su lugar. Es la batalla que ningún luchador puede eludir: la cronología implacable. La lucha libre me otorgó un propósito vital; separarme de ella, duele intensamente”, declaró.
El personaje legendario, que identificó al Perro Aguayo como su contrincante más formidable, subrayó que —después de más de cuatro décadas— no existe ningún anhelo deportivo pendiente en su trayectoria.
“Competí en las empresas más prestigiosas de México y el planeta. Obtuve cabelleras, máscaras y campeonatos. Les aseguro que no queda nada por realizar. Todas las metas que concebí como deportista se materializaron, y en este momento de despedida, no puedo aspirar a más”, afirmó.
