El karma deportivo se cobra una víctima en la Serie Mundial
En un giro poético que solo el Olimpo beisbolero podría concebir, el designated hitter de los Azulejos de Toronto, George Springer, protagonizó una salida prematura del tercer encuentro de la Serie Mundial. El destino, con su peculiar sentido del humor, decidió que la séptima entrada era el momento perfecto para que una lesión interviniera tras un abanico fallido, una justicia poética que los dioses del deporte enviaron directamente desde el Dodger Stadium.
El martirio del atleta comenzó con un lanzamiento del relevista Justin Wrobleski, de los Dodgers de Los Ángeles. Un simple sinker, una jugada rutinaria, fue suficiente para desencadenar un dolor que obligó al personal médico a invadir el terreno de juego, transformando al héroe en un paciente que abandonó la escena por el túnel de los Azulejos, escoltado por la ironía.
Hasta ese momento trágico, la ofensiva de Springer había sido tan estéril como un desierto, sin imparables y con dos ponches que alimentaron la sed de venganza de la multitud. Los aficionados de los Dodgers, guardianes de la memoria colectiva, corearon su descontento con la fuerza de quien recuerda cada detalle del escándalo de 2017, cuando el entonces Jugador Más Valioso de la Serie Mundial con los Astros de Houston vio su triunfo empañado por las sombras del hurto de señales.
La trayectoria de Springer en la postemporada, con 14 hits y cuatro cuadrangulares, incluido el monumental jonrón de tres carreras que catapultó a Toronto a la Serie de Campeonato de la Liga Americana, se vio opacada por la sombra de un pasado que resurgió en el momento más inoportuno. La gloria y el oprobio se dieron la mano en un abrazo incómodo.
Su reemplazo, Ty France, heredó un legado de expectativas rotas y un turno al bate que terminó en otro ponche, sellando el capítulo con un guion que parecía escrito por las musas de la tragedia griega. Mientras, Springer observaba desde las sombras, recordando sus tres imparables en los primeros dos juegos, ahora reducidos a una mera anécdota en este teatro de lo absurdo.



















