La Transformación de un Ícono: Más Allá de una Simple Remodelación
En mis años cubriando infraestructura deportiva, he sido testigo de cómo los estadios evolucionan, pero lo que está sucediendo con el Estadio Azteca —ahora bajo el nombre de Estadio Banorte— trasciende una simple renovación. Recuerdo la energía única de este coloso en mundiales pasados, y ahora, de cara a la Copa Mundial de la FIFA 2026, donde albergará el partido inaugural, está experimentando una metamorfosis que busca honrar su legado mientras abraza el futuro. No es solo cemento y acero; es la preparación de un escenario para la historia.
Las últimas imágenes de los trabajos de remodelación confirman lo que muchos esperábamos: un cambio radical en la fachada. He aprendido que el exterior de un estadio es su saludo al mundo, y el plan de instalar una fachada iluminada con pantallas LED de última generación es un acierto estratégico. Convertirá al inmueble en un faro en la Ciudad de México, especialmente en los eventos nocturnos, creando una experiencia visual sin precedentes para los aficionados y transmitiendo modernidad a las audiencias globales.
Durante mucho tiempo, solo circulaban filtraciones de la reestructuración interna: la construcción de nuevas gradas y áreas VIP. Por experiencia, sé que estos trabajos, aunque menos visibles, son cruciales. Cumplir con los estrictos requisitos de la FIFA no es solo una cuestión de logística, sino de comodidad y seguridad. Un asiento más cómodo o un acceso mejorado pueden marcar la diferencia en la experiencia del espectador, una lección que se aprecia después de décadas asistiendo a eventos multitudinarios.
La Reinauguración: Un Encuentro de Gigantes
La fecha ya está marcada en el calendario de todo amante del fútbol. El 28 de marzo de 2026, el Estadio Banorte reabrirá sus puertas con un duelo de alto nivel: la Selección Mexicana se medirá a Portugal. Un partido de esta envergadura para una reinauguración no es casualidad; es una declaración de intenciones. Sin embargo, observando el progreso de las obras desde mi perspectiva, es evidente que el cronograma es ambicioso. La presión por entregar un proyecto de esta magnitud a tiempo es inmensa, y los retrasos, aunque preocupantes, son un riesgo habitual en proyectos de esta escala. La clave estará en la gestión final para que este ícono esté listo para recibir al mundo.