El oro olímpico como bálsamo para la conciencia nacional

El oro olímpico como bálsamo para la conciencia nacional

Foto: El Universal.

En un despliegue de fervor patriótico tan conmovedor como calculado, la teniente Kenia Lechuga fue recibida en el aeropuerto por la Secretaría de Marina con el protocolo reservado para los próceres de la nación. Las lágrimas de emoción de la atleta, mezcladas con los acordes de los mariachis y el aroma de las flores, componían el cuadro perfecto para la gran ópera bufa del nacionalismo. En medio de este espectáculo, la remera pronunció las palabras sacramentales que todo el pueblo ansía escuchar: “Siempre el oro es lo que estamos buscando”. He aquí el sueño dorado que nos venden para dulcificar la amarga realidad.

La deportista regresaba de conquistar un bronce en Shanghái, un metal que, en la alquimia del poder, se pretende transmutar en oro puro para los próximos Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. ¡He aquí la nueva quimera nacional! Mientras las instituciones navegan en un mar de promesas incumplidas, una mujer con un remo debe cargar sobre sus hombros el peso del honor de toda una patria. Ella, por supuesto, no se conforma; sería una blasfemia contra el dogma del progreso infinito.

La teniente proclamó que este ha sido su mejor año, una epifanía que abarca lo mental, lo físico y, lo más milagroso, el apoyo del equipo técnico. Ahora, nos confiesa, disfruta más la competencia. ¡Dichosa ella que puede permitirse el lujo de disfrutar! Su gozo es el nuestro, el bálsamo que aplaca la comezón de una ciudadanía hastiada de noticias sombrías. Su rendimiento mejorado es el espejismo en el desierto de la mediocridad institucional.

Esta presea de bronce cierra su año, pero abre el nuevo ciclo de esperanzas colectivas. Un ciclo que, como un ritual sagrado, incluirá Copas del Mundo, Mundiales y Juegos Centroamericanos. La máquina de generar ilusiones no puede detenerse; necesita su chispa de gloria artificial para seguir funcionando.

Y en el colmo de la alegoría perfecta, la atleta sentenció: “Vamos en ese bote remando todos juntos“. Nada más cierto y, a la vez, más grotescamente inexacto. Mientras ella y sus compañeros reman contra la corriente de la competencia global, el resto de la tripulación nacional se ahoga en la indiferencia de los mismos poderosos que hojean el medallero como si fuera un informe de rentabilidad. El oro que ella busca es el mismo que ellos usan para dorar sus propias miserias.

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