El regreso a casa de un héroe moderno en versión espectador
El circo romano contemporáneo, conocido eufemísticamente como Fórmula 1, se dispone a devorar otra vez la capital azteca con su ritual de neumáticos, combustible y capitalismo desbocado. En esta tragicomia deportiva, Sergio Pérez, nuestro héroe nacional caído en desgracia, ha sido degradado de gladiador a espectador VIP, completando así el ciclo natural del atleta moderno: de ídolo a souvenir animado.
El sumo sacerdote del espectáculo, Federico González Compeán, anunció con solemnidad burocrática que mantiene negociaciones trascendentales con Cadillac para determinar si el ex piloto merece un asiento con vista privilegiada a su propio reemplazo. “Nos encantaría que Checo estuviera aquí, pero no sé si va a estar”, declaró el funcionario, en lo que constituye la definición más precisa del valor sentimental en el deporte profesional.
La pregunta que ningún periodista se atreve a formular con crudeza resuena en el ambiente: ¿Checo Pérez volverá a competir en el GP de México? La respuesta, como corresponde a nuestra era de realities y cameos, es que su participación se limitará al rol de celebridad decorativa, un puesto para el que paradójicamente requiere más reuniones que para pilotar un monoplaza.
El director del evento profundizó en esta farsa institucional: “Él siempre tiene su lugar apartado, y nos encantaría festejar con él su regreso a la Fórmula 1“. Así es el mundo al revés: ahora celebramos que alguien vuelve a algo desde fuera de ese algo, como aplaudir a un chef por volver al restaurante como comensal.
La narrativa oficial nos presenta este giro como un triunfo: tras su crucifixión en Red Bull, el mesías tapatíoha resucitado en los brazos de Cadillac, donde compartirá honores con el finlandés Valtteri Bottas en lo que solo puede describirse como el equipo de los desahuciados gloriosos. Mientras el llamado “ministro de Defensa” se prepara para ser la cara comercial de la escudería, su pueblo lo imagina no compitiendo, sino firmando autógrafos.
En el autódromo de la Magdalena Mixhuca, templo donde Checo experimentó tanto éxtasis como humillación, sus hazañas quedan reducidas a dos podios consecutivos en 2021 y 2022. Hoy esos terceros puestos parecen metáforas perfectas de su carrera: siempre cerca pero nunca suficiente, como la promesa eternamente diferida del desarrollo nacional.
La conclusión es tan predecible como deprimente: aunque falta confirmación oficial, damos por hecho que Checo estará presente, no para competir sino para cumplir con el ritual vacío de la celebridad, interactuando con seguidores que aún creen en hadas mientras el motor del capitalismo deportivo sigue rugiendo sin piedad.