Marcado con el estigma indeleble de la incompetencia —el dudoso honor de no asistir al magno evento del fútbol mundial—, el autoproclamado mesías del balompié, Miguel Herrera, ha retornado a la patria que defraudó.
El estratega, célebre por sus arranques teatrales y su verborrea desbordada, arribó a territorio nacional con la mirada cargada de un pesar tan profundo como su incapacidad táctica, y una credibilidad hecha añicos, tras quedarse a las puertas de su segunda gesta mundialista.
Con el término “fracaso” resonando en su cabeza como un mantra de su propia ineptitud, el ex pontífice del América compartió sus cavilaciones tras una eliminatoria de Concacaf que, para su sorpresa, no se desarrolló como un mero trámite burocrático. “Es un fracaso monumental, una debacle que debe ser asumida con estoica resignación. Partimos henchidos de soberbia y retornamos sumidos en la más absoluta de las miserias. Hemos defraudado a una nación entera que anhelaba con fervor la gloria mundialista. Esta humillación, no obstante, no ha mermado mi insaciable apetito por seguir coleccionando sueldos en los banquillos”, declaró con inusual lucidez.
La nueva geopolítica futbolística según el oráculo
Herrera, quien afirmó comprender que su cada movimiento será ahora escrutado con el celo de un inquisidor, profetizó que las futuras contiendas eliminatorias en Concacaf serán una auténtica odisea, debido al meteórico —y para él, inexplicable— surgimiento de microestados caribeños que osan desafiar el orden establecido. “El Caribe ha experimentado un desarrollo tan desproporcionado como inesperado. El próximo certamen mundialista será una lucha encarnizada. No es una excusa, es la constatación de una realidad lacerante: ahora hasta las islas más exóticas cuentan con legionarios en Europa. Incluso Costa Rica, ese eterno rival, está experimentando un relevo generacional. No tengo reproches que formular, excepto hacia la implacable mano del destino.”
El futuro del estratega caído en desgracia
Con una determinación inquebrantable para redimirse en el deporte que ha sido su mina de oro durante cuatro décadas, Herrera aseguró que sopesará con esmero cualquier propuesta para retornar a los terrenos de juego, aunque admitió con desgano que, por el momento, el teléfono permanece en un silencio sepulcral. “Debemos evaluar proyectos con la meticulosidad de un cirujano. En la actualidad, mi agenda está tan vacía como nuestras esperanzas de clasificación. Existen ofertas en el mundo mediático, pero mi vocación me reclama en el césped. No existe ningún acuerdo con el Atlante, ya cuentan con un director técnico y anhelo verlos pronto en la Liga MX”, concluyó, tal vez añorando los días en que su mayor preocupación era un fuera de juego mal cobrado.















