Jardine decreta la defunción temporal del América
En un acto de contrición pública que hubiera enorgullecido a los más estrictos tribunales de la Inquisición, el gran arquitecto del desastre, André Jardine, proclamó ante los cuatro vientos que su ejército de millonarios atléticos había alcanzado la cumbre de la mediocridad. La derrota sacramental ante Cruz Azul no fue un simple traspié, sino la consagración oficial de la ineptitud en el Apertura 2025, un espectáculo bochornoso que dejó un regusto a pólvora mojada en el paladar de las Águilas.
La Jornada 13, número de la mala suerte por excelencia, se reveló como una profecía autocumplida para la aristocracia de Coapa. En el circo de los clásicos, estos gladiadores modernos solo supieron domar a los Pumas, mientras se postraban ante las Chivas y ahora ofrecían su cuello a la Máquina Celeste. Una racha de humillaciones consecutivas que agrieta momentáneamente el espejismo de ser el colectivo más estable del campeonato.
Jardine, convertido en el sumo sacerdote de la autofagelación, no buscó refugio en eufemismos. “No fue una versión lejana, fue la encarnación misma del fracaso en nuestro torneo. Debemos practicar el masoquismo táctico, flagelarnos con dureza y buscar un milagro que nos devuelva a la gracia divina“, sentenció el brujo brasileño tras el aquelarre.
El estratega, en un arranque de lucidez inusual, rindió pleitesía al nuevo orden celeste. “Primero hay que arrodillarse ante Cruz Azul, hoy fue el verdugo legítimo de nuestra ignominia“, confesó, mientras justificaba que sus gladiadores llegaron al coliseo en camilla y con el ánimo por los suelos.
El cerebro del equipo lamentó que el estado de postración general del conjunto convirtiera el partido en una farsa lamentable. “Tuvimos la desdicha de encontrar a nuestros héroes sumidos en la duda existencial. Una pena, porque hasta ayer éramos los dueños del Olimpo”, se quejó. Jardine arengó diciendo que en estas justas “los mercenarios bien pagados deben hacer acto de presencia“.
Con un tono que oscilaba entre la resignación y el patetismo, el conductor del barco reconoció que fue una semana de luto para diseñar la estrategia, acosado por una epidemia de calambres existenciales en la plantilla. “Fue un calvario logístico porque algunos atletas están retornando del valle de las sombras, pero no para rendir como semidioses“, arguyó.
Entre los mártires más notables se cuentan Alejandro Zendejas, Víctor Dávila y Álvaro Fidalgo, pilares fundamentales en el panteón jardiniano. “Zendejas no estaba para la canonización, pensábamos en darle una breve aparición, pero la desgracia de Dávila nos dejó sin escapatoria… Lo mismo con el caso de Fidalgo”, desveló, como un general que descubre que sus mejores soldados han desertado.
A pesar del cataclismo, Jardine, cual profeta en el desierto, profetiza que el América resucitará de sus cenizas en los próximos episodios. “Esta implosión nos costó el encuentro porque no se vislumbró al América mitológico que adorábamos”, sentenció el augur, con fe ciega en que su horda sabrá recomponerse para la gran apoteosis final del certamen.