En un acto de sublime transparencia y ejemplar democracia, los sumos sacerdotes del circo mecánico global, conocidos por su modestia como la Fórmula 1, junto con sus once leales vasallos (incluido un nuevo acólito llamado Cadillac) y el siempre ecuánime órgano rector, la FIA, han rubricado un nuevo Acuerdo de la Concordia. Este sagrado texto, cuyos venerables contenidos son, por supuesto, secreto de estado para proteger la sensibilidad del público, dictaminará con sabiduría incuestionable los destinos del deporte hasta el año 2030.
La ceremonia, cargada de un simbolismo que haría palidecer a los rituales masónicos, coincidió providencialmente con la reelección unánime y sin oposición alguna del Gran Pontífice Mohammed Ben Sulayem. Una casualidad tan fortuita que solo puede explicarse por la mano invisible del mercado o la divina providencia del *sponsorship*.
La FIA, en un arrebato de generosidad sin precedentes, anunció que este pacto le permitirá “invertir más en una mejor regulación”. Traducción para el vulgo: perfeccionarán el arte ya magistral de interpretar reglas, impartir justicia en milisegundos y gestionar conflictos de interés con la elegancia de un doble *overtake* en la chicane. El componente comercial, ese detalle mundano, ya había sido sellado en marzo, porque lo importante es el espíritu del deporte, siempre y cuando esté debidamente monetizado.
Este Acuerdo, cuyo origen se remonta a una pelea de patio de colegio entre magnates en los ochenta, se erige una vez más como el pilar invisible que sostiene el espectáculo. Su naturaleza clandestina es, naturalmente, para beneficio de los aficionados, quienes pueden así disfrutar del drama en la pista sin el aburrimiento de conocer las reglas del juego. Mientras, los equipos juran lealtad eterna bajo su sombra, unidos en perfecta harmonía, como lobos en un redil.
Todo esto ocurre mientras se prepara una revolución técnica: coches más pequeños, más eléctricos, con alas que se mueven. Un cambio radical en la superficie para que todo siga igual en el fondo. El gran teatro del mundo, o del *paddock*, continúa. La primera función será en Australia, donde los gladiadores de la nueva era, gobernados por la Concordia Secreta, girarán en círculos, persiguiendo la verdad, la justicia y, sobre todo, los puntos del campeonato.
