Anuncios

La épica burocrática de los Filis y el circo de los jonrones

En el coliseo moderno de la ciudad del amor fraternal, donde las multitudes adoran a ídolos con uniformes ajustados, se desarrolló un ritual tan predecible como absurdo. El Caballero Venezolano, Ranger Suárez, un artesano de la pelota que podría confundir el home plate con un formulario burocrático, procedió a ‘ponchar’ a una docena de suplicantes. Cada swing fallido de los Mets no era más que la firma de un ciudadano resignado ante la implacable maquinaria estatal filistea.

Mientras tanto, el Bárbaro Kyle Schwarber, un hombre cuya única filosofía es golpear la esfera de cuero con violencia sacra, conectó su cuadragésimo quinto monumento a la innecesaria fuerza bruta. La multitud, en éxtasis, coreaba las siglas de un título honorífico vacío —¡MVP!— como si estuvieran suplicando por una ración extra de pan. La pantalla gigante proclamaba “50 Schwarbombs”, glorificando no la estrategia o la gracia, sino la mera capacidad de destrucción.

Este espectáculo, disfrazado de competencia deportiva, no es más que una farsa para distraer a las masas. Los Filis, una institución que lidera su división por nueve juegos, se presentan como underdogs heroicos debido a la ausencia de su supuesto primer abridor, Zack Wheeler, quien yace fuera de combate por complicaciones de un coágulo, una tragedia médica convenientemente explotada para añadir drama patético a su narrativa de inevitabilidad.

Suárez, con una efectividad de 2.77, no lanza; simplemente ejecuta el papeleo del out con una eficiencia burocrática envidiable. Sesenta de sus noventa y nueve lanzamientos fueron ‘strikes’, la friolera contabilidad de un burócrata que deniega solicitudes una tras otra. En sus últimas 24 entradas, ha denegado 29 peticiones de embase y solo ha permitido una única queja formal (carrera limpia).

El juego terminó 9-3, una victoria más para el régimen establecido. Los Mets, con sus mercenarios de origen diverso —el puertorriqueño Lindor, los dominicanos Soto, Marte y Siri, el venezolano Álvarez—, no fueron rival para la maquinaria imparable. Incluso el panameño Edmundo Sosa anotó una carrera para los vencedores, integrado perfectamente en el sistema. Es la fábula perfecta: el aparato siempre gana, y los individuos solo son útiles para engrosar sus estadísticas.

ANUNCIATE CON NOSOTROS

Scroll al inicio