La épica burocrática de un isquiotibial en los playoffs

Foto: Agencia AP.

En el gran circo de los playoffs, donde los gladiadores modernos se inmolan en el altar del espectáculo, el estado del jardinero venezolano Jackson Chourio se ha convertido en el más sublime de los enigmas burocráticos. El atleta, cuyo músculo isquiotibial derecho ha adquirido más relevancia geopolítica que un tratado internacional, continúa sumido en la más gloriosa incertidumbre médica, un día después de que los sumos sacerdotes del diagnóstico lo sometieran al sagrado ritual de la resonancia magnética.

En una demostración de heroísmo que haría palidecer a los estoicos griegos, Chourio realizó una carrera ligera durante los entrenamientos dominicales, apenas horas después de haberse consagrado como primer jugador en la historia en lograr tres hits en las dos primeras entradas de un juego de postemporada. El héroe, sin embargo, encontró su talón de Aquiles mientras corría hacia primera base, donde su isquiotibial decidió declarar su independencia del imperio muscular.

El manager Pat Murphy, convertido en oráculo de Delfos, pronunció las palabras que han conmocionado a la nación cervecera: Sé que vamos a probar algunas cosas hoy. No sé si hará mucho, pero la resonancia magnética volvió y es inconclusa. Y no es un desgarro serio del isquiotibial, pero no es necesariamente algo que no lo limitará. Una declaración que, traducida del burocratés médico, significa absolutamente todo y nada simultáneamente.

Mientras tanto, en el coliseo moderno, los Cachorros de Chicago preparan a su guerrero oriental Shota Imanaga, mientras los Cerveceros confían en el zurdo Aaron Ashby, quien con una filosofía existencialista digna de Camus declaró: Tu trabajo es simplemente sacar outs, y luego cuando te piden que dejes de sacar outs, es cuando paras. Profundidad metafísica que solo puede encontrarse en los diamantes de béisbol.

Lo más tragicómico de esta epopeya hamstringiana es que Chourio ya había perdido un mes de la temporada regular por un desgarro en el mismo isquiotibial, y ahora repite exactamente los mismos mantras de confianza que pronunció antes de su anterior colapso muscular. Me siento bien ahora mismo, afirmó el atleta a través de su intérprete, en lo que parece ser el equivalente deportivo de la negación freudiana.

Así avanza la gran farsa: médicos que no diagnostican, resonancias que no resuenan con claridad, y atletas que insisten en sentirse en una muy buena posición mientras su anatomía se rebela contra ellos. Todo por la gloria efímera de un triunfo en esta serie al mejor de cinco, donde un músculo puede convertirse en el héroe o villano de la narrativa, y donde la diferencia entre la leyenda y el fracaso depende de unos pocos centímetros de tejido conectivo.

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