Con la pomposidad de un decreto real, retorna el circo máximo de la Liga MX, ese teatro donde héroes de opereta y titanes de barro se disputan un trofeo bañado en la ilusión de millones. La pausa por la Fecha FIFA, ese interludio en el que los mercenarios de la pelota prestan sus servicios a monarquías petroleras o repúblicas bananeras, ha concluido. Se alza el telón de la Jornada 8 del Apertura 2025.
El ojo del huracán, como es preceptivo en este rito nacional, se clava en el Clásico Nacional. Por un lado, las Águilas del América, una institución que se autoproclama ‘grande’ con la vehemencia de un emperador romano reclamando un territorio conquistado. Ocupan el segundo pedestal con 17 puntos, una posición que les confiere, ante el imaginario colectivo, una cuasi divinidad. Frente a ellas, el Rebaño Sagrado de las Chivas, una grey que más que balompié practica la penitencia en el fútbol. Abyectos en el lugar 16, con cuatro miserables unidades, su necesidad de un ‘golpe de autoridad’ suena menos a estrategia deportiva y más a un último edicto de un régimen moribundo. ¿Autoridad sobre qué? Sobre su propia irrelevancia, quizás. Enfrentar a un América ‘enrachado’ no es un reto deportivo; es un acto de fe, una peregrinación hacia el milagro que todos saben improbable.
El primer ‘coloso’ en desfilar será la Universidad Nacional, los Pumas. Ubicados en la respetable medianía del décimo puesto, con nueve puntos, se aventuran a visitar a los Cañoneros de Mazatlán. Su última hazaña, una victoria ajustada de 1-0 ante otro ‘grande’ en desgracia (el Atlas), les ha infundido el suficiente arrojo para creer que pueden ‘consolidarse’. El partido, en el fondo, es una alegoría perfecta: dos navíos mediocres, zarandeados por las olas de la irregularidad, se disputan quién se hunde un poco más lento. Una epopeya de la mediocridad.
Y no puede faltar la Máquina Celeste del Cruz Azul, tercero con 17 puntos, que se apresta a enfrentar al Pachuca. La ‘Máquina’ no es un equipo de fútbol; es una metáfora industrial perfecta: eficiente, ruidosa, y con un historial de espectaculares desmantelamientos. Su ‘gran momento’ y su invicto son vistos con la suspicacia con la que se mira a un gobierno prometiendo prosperidad eterna. Buscan superar al América y acercarse al líder, el Monterrey, en una carrera que menos parece deportiva y más una feroz puja por un contrato de obra pública.
En este gran coliseo de las vanidades, donde la palabra ‘grande’ se otorga no por mérito sino por herencia o por decreto de la prensa, cada jornada es un nuevo capítulo de la tragicomedia nacional. Un espectáculo donde lo único más predecible que un empate es la capacidad de sus protagonistas para autoengañarse.