La epopeya sub-17 que cura las neurosis del fútbol nacional
En un giro cósmico que desafía las leyes de la probabilidad y la tradición del martirio futbolístico, la Selección Mexicana Sub-17 atraviesa un éxtasis momentáneo en el circo global de la Copa del Mundo en Qatar. Tras exorcizar los demonios que habitan como inquilinos permanentes en las categorías superiores y ejecutar un magnicidio deportivo contra Argentina, la escuadra dirigida por el alquimista Carlos Cariño preserva la quimera de coronarse monarca del certamen.
El exorcismo argentino: cuando la historia se escribió al revés
La hazaña ante la Albiceleste no solo constituyó un mero trámite clasificatorio, sino la confirmación sacramental de que una camada de adolescentes puede realizar psicoanálisis colectivo a una nación entera. Con prodigios que operan con la frialdad de neurocirujanos y un esquema táctico que parodia la solemnidad de las potencias europeas, el conjunto azteca se presenta fortalecido para el duelo contra Portugal, consciente de que su herejía deportiva podría reescribir los anales del balompié nacional.
Los profetas del balón: las declaraciones que conmocionan al establishment
“El plantel está intoxicado de ilusión y morriña por competir. Portamos la motivación del regicidio ante Argentina y expendiremos cada gota de sudor. Es un cotejo que exigirá sabiduría ancestral y lo abordaremos con la temeridad de quien desconoce su propia mortalidad”, proclamó el defensor José Navarro, en lo que parece ser el manifiesto de una rebelión generacional. El Tricolor, que pretende asestar un zarpazo en los compases iniciales para domeñar el ritmo y aniquilar la esencia lusa —una escuadra que brilló con luz propia en la fase grupal y envió al ostracismo a Bélgica— ratificó su juramento de emular las gestas de 2005 y 2011.
“Tenemos el encuentro diseccionado al milímetro, ofreceremos un espectáculo dantesco. Resulta sublime medirse contra los aristócratas del balón de mi generación; debemos salir con la convicción del que juega su última partida y comprender que esto trasciende el deporte: es una cuestión ontológica”, sentenció Íñigo Borgio, un joven que milita en las canteras del Leganés hispano y que parece haber leído más tratados de filosofía existencialista que manuales tácticos.


















