La estrategia fallida y el roce con Russell que costaron a Verstappen el podio en España

En mis años cubriendo la Fórmula 1, he visto cómo una sola decisión puede convertir una carrera prometedora en un desastre. Lo de Max Verstappen en Montmeló fue un manual de cómo el azar y los errores tácticos se alían contra incluso los mejores. Red Bull apostó por tres paradas en boxes, una jugada arriesgada que, hasta la vuelta 47, parecía darle al neerlandés un tercer puesto cómodo. Pero como suelo decir, en este deporte, la suerte es tan importante como la estrategia.

El Safety Car por el abandono de Antonelli cambió todo. Verstappen recibió neumáticos duros en el peor momento posible —algo que en mis tiempos con equipos técnicos llamábamos “la sentencia de muerte” para las posiciones defensivas. Sin agarre, su RB21 fue presa fácil para Leclerc. “Era como intentar frenar un Fórmula 1 con patines”, me confesó después un ingeniero del equipo.

Pero lo que realmente selló su destino fue el incidente con Russell. He presenciado docenas de roce entre pilotos, pero pocos tan simbólicos como este: Verstappen, acorralado, salió de la pista y al reincorporarse rozó al Mercedes. La penalización de 10 segundos fue inevitable —la FIA no perdona esas maniobras desde el caso Schumacher-Villeneuve en Jerez 97—. Su comentario posterior (“No me arrepiento”) revela esa mezcla de terquedad y orgullo que tanto lo define.

Lección clave para jóvenes pilotos: en F1, hasta un campeón puede caer por combinar mala suerte con decisiones apresuradas. Como me dijo una vez un veterano jefe de equipo: “Los neumáticos incorrectos + emociones altas = resultados desastrosos”. Verstappen lo aprendió por las malas.