La Noticia de una Pérdida que Cierra un Capítulo
La mañana de este lunes nos llegó la noticia del deceso de Carlos Hurtado. Desde mi larga trayectoria en el medio, puedo decirles que los hombres como él, que operaban desde lejos como en Miami, Florida, eran una pieza fundamental, y a menudo incómoda, en el engranaje del balompié mexicano. Su partida sella definitivamente una etapa donde figuras como los representantes y testaferros acumularon un poder sin precedentes sobre los destinos de los clubes.
El Hombre Sin Rostro: Una Lección sobre el Poder en la Sombra
En mis años, he conocido a muchos personajes, pero la imposibilidad de encontrar una fotografía nítida de Hurtado en pleno 2025 lo dice todo. Es una anécdota que resume una carrera: el verdadero poder a menudo evita los reflectores. Esa imagen borrosa es una metáfora perfecta de la opacidad que caracterizaba sus negociaciones. Esa falta de transparencia, les aseguro, no era accidental; era una herramienta que alimentaba el morbo y protegía a un individuo de mala reputación.
¿Cuál es el legado de Carlos Hurtado? Una Mano en las Entrañas de Cruz Azul
Si hay que hablar de un legado concreto, hay que mirar hacia La Noria. Cruz Azul fue, sin duda, el club donde su influencia fue más profunda y, en mi opinión, más dañina. He visto de primera mano cómo la relación de confianza con un directivo como Guillermo Álvarez Cuevas puede fracturar un equipo desde sus cimientos. La furia pública de un ícono como Carlos Hermosillo no era un capricho; era el grito de alarma de un alma celeste que veía cómo se priorizaban transacciones cuestionables sobre la salud deportiva. Aprendí que cuando los fichajes benefician más al agente que al equipo, el proyecto está condenado.
La Muerte en México y el Juicio Final
Que el llamado “Señor de Miami” falleciera en la Ciudad de México añade otra capa de misterio a una vida ya de por sí enigmática. Desde mi perspectiva, su historia es la de un arquitecto de una red de influencias donde, tristemente, el aspecto futbolístico era lo de menos. Fue un divisor de aguas, una figura que polarizaba. En los vestuarios y las directivas, todos sabían de su existencia; para el aficionado común, era un fantasma. Se va dejando tras de sí un legado opaco, un recordatorio de una época del fútbol nacional donde las sombras a veces eran más largas que el juego mismo.

















