Una Lección de Caballerosidad Perdida en el Cuadrilátero
La pelea estelar entre los mexicanos Ángel “Tashiro” Fierro y Abraham “Bombi” Cordero en el Auditorio Municipal de Tijuana culminó con un desenlace bochornoso que aún resuena en la comunidad pugilística. Llevo décadas en este mundo, y les aseguro que la desesperación es un adversario más peligroso que cualquier rival al otro lado del ring. Lo que presenciamos en el tercer asalto fue la crónica de un colapso anunciado.
El combate pactado a diez rounds enfrentaba a dos gladiadores en la división de los superligeros. Sin embargo, el regreso de Fierro se convirtió en una decepción colectiva. La descalificación no llegó por un golpe fortuito o un error táctico, sino por una reacción imprudente y carente de profesionalismo. Recuerdo a mi primer entrenador diciéndome: “En el boxeo, se pelea con los puños, no con los pies”. Fierro, en un arranque de furia, ignoró esta máxima fundamental.
El pugilista soltó golpes al estilo callejero, desobedeció abiertamente las indicaciones del réferi y, en el clímax de su descontrol, propinó una patada a la altura de la cadera a su contrincante jalisciense. Cordero, con la astucia de un veterano, supo capitalizar la falta y se fue al lienzo. Inmediatamente, la esquina de ‘Bombi’ irrumpió en el cuadrilátero para calmar los ánimos, un escenario que ningún amante del deporte desea presenciar.
Esta descalificación confirma un 2025 para el olvido en la trayectoria de Fierro. El pugilista no combatía desde febrero, cuando cayó por decisión ante Isaac “Pitbull” Cruz en un encarnizado duelo en Las Vegas. La profesión te enseña que una derrota con honor se supera, pero una victoria con deshonra te persigue para siempre. En julio, Fierro tendría su ansiada revancha ante Pitbull, pero una combinación de no dar el peso y un problema de salud obligó a la cancelación del pleito. Tres meses después, su retorno fue tan esperado como lamentable.
Hoy, el pugilista mexicano Ángel Fierro se encuentra en el ojo del huracán. Un año turbulento y decepcionante ha empañado una imagen que se forjó con sudor y triunfos. En este oficio, la reputación es el activo más valioso de un boxeador, y reconstruirla requiere no solo de puños fuertes, sino de una fortaleza mental y un carácter a prueba de fracasos. El camino de regreso al respeto será, sin duda, el combate más difícil de su carrera.