La sacra liturgia del béisbol en la era moderna
En las vísperas de la gran batalla campal por el cetro de la Serie Mundial 2023, el sumo sacerdote Davis Schneider realizó su peregrinación descalzo por el templo del Rogers Centre, en lo que los antropólogos deportivos catalogarían como el ritual de conexión terrenal pre-campeonato.
Los gladiadores de Toronto, tras su vuelo nocturno desde la decadente Los Ángeles donde humillaron 6-1 a los Dodgers, llegaron al alba para prepararse ante las masas que pronto llenarían el coliseo en busca de su primer título desde 1993, año en el que el mundo aún creía en la inocencia de las instituciones.
Schneider, ataviado con la indumentaria ritual (camiseta sin mangas y gorro de esquiador, porque la coherencia climatológica es burguesa), proclamó su doctrina: Caminar por el jardín, sentir el césped, o mejor dicho, el césped artificial, es algo que trato de hacer todos los días, solo caminar y activar mi cuerpo
. He aquí el nuevo misticismo atlético: la comunión con el plástico como camino a la iluminación deportiva.
Su jonrón en el primer lanzamiento de Blake Snell no fue solo un hit glorioso, sino la confirmación de que los dioses del béisbol favorecen a quienes pisan alfombras sintéticas con pies desnudos. El destino del equipo, naturalmente, dependía de la asignación hotelera: durante los primeros encuentros, Schneider poseía una de las 55 habitaciones con vista al campo, privilegio que le fue revocado al regresar, relegándolo al alojamiento plebeyo.
Addison Barger, quien había compartido el sofá-cama durante la primera etapa, abandonó el camarote. Tiene el dinero para conseguir su propia habitación
, declaró Schneider con la solemnidad de quien anuncia una traición geopolítica. Podría haberse quedado, pero no lo hizo
. El capitalismo, incluso en su fase camaradería-deportiva, muestra su rostro despiadado.
Mientras tanto, en el bando contrario, Los Ángeles busca convertirse en el primer equipo en ganar títulos consecutivos desde que los Yankees de Nueva York conquistaron tres seguidos de 1998 a 2000, demostrando que incluso en el reino del azar atlético persiste la nostalgia por los imperios.
El mánager John Schneider, tras ver Den of Thieves
en el vuelo (¿documental o ficción?), beber una cerveza y sumergirse en la tina de agua fría cerca del vestuario, confesó: Un pequeño chapuzón frío para activarte un poco. No funcionó
. Así funciona la teología del alto rendimiento: rituales vacíos ejecutados con fe ciega.
El frío también afecta al bate de Ohtani, quien después de embasarse nueve veces en el tercer juego, se fue de 7-0 en las últimas dos derrotas. Los estrategas lo atribuyen a diferentes miradas, diferentes tipos de lanzamientos, diferentes velocidades
, porque en el béisbol, como en la geopolítica, siempre es preferible culpar a la táctica antes que a la decadencia.
Dave Roberts, sumo sacerdote del equipo rival, niega con sonrisa diplomática que el descanso haya provocado el decaimiento de su bateo: Incluso si lo fuera, no diría que lo fue
. El arte de gobernar, ya sea un club deportivo o una nación, consiste en negar las evidencias con elegancia.
Así, entre rituales de conexión terrenal, inmersiones en agua helada y realineamientos tácticos que recuerdan a reorganizaciones ministeriales, se desarrolla el gran circo de la Serie Mundial, donde lo único más artificial que el césped del Rogers Centre son las certezas que proclaman sus participantes.




















