El Gran Teatro de los Espejismos
Tras el breve interludio en el que los ídolos locales parten a cumplir con su deber patriótico de perder decorosamente en selección mayor, el verdadero espectáculo nacional regresa: el circo multicolor de la Liga MX, esa farsa perpetua donde los héroes de cartón libran batallas épicas por el honor de terminar octavos.
Este viernes, el Estadio Victoria de Aguascalientes se convertirá en el escenario perfecto para la tragicomedia. Por un lado, los Rayos del Necaxa, un equipo que ha elevado la incompetencia goleadora a forma de arte abstracto, exhibiendo tres obras maestras de derrota consecutiva sin manchar su portería con el vulgar acto de anotar. Son los mártires del balompié, los puristas del fracaso elegante.
Frente a ellos, los Bravos de Juárez, esos advenedizos que osan perturbar el orden natural de las cosas con algo tan vulgar como una racha victoriosa. Tres triunfos seguidos demuestran una ambición desmedida y una falta total de respeto hacia la sagrada tradición de la mediocridad consistente que caracteriza al campeonato local.
Posteriormente, el coliseo del Estadio El Encanto —nombre irónico donde los haya— recibirá a los Pumas, esa institución universitaria que demuestra cómo se puede invertir millones en obtener un título en Ciencias del Desastre Deportivo. Dirigidos por el estratega Efraín Juárez, cuyo plan de juego es tan misterioso como el contenido de los exámenes finales de sus alumnos, los felinos buscan desesperadamente escapar de la zona de Play-In, ese purgatorio diseñado para torturar a aficionados con esperanzas vanas.
El Ritual de la Transmisión
El pueblo podrá seguir este ritual de autoflagelación colectiva a través de los canales oficiales de difusión masiva: Azteca 7 y Claro TV, donde comentaristas expertos en decir perogrulladas con convicción nos recordarán cada cinco minutos que “esto es fútbol” y que “el que no anota no gana”.
Mientras tanto, El Universal Deportes ofrecerá su minuto a minuto, un relato en tiempo real de cada pase fallido, cada disparo a las nubes y cada mirada al cielo de los entrenadores preguntándose por qué estudiaron esta profesión.
Todo está listo, pues, para otra jornada de ese deporte que nos une como nación: no en la victoria, sino en la shared experiencia de esperar lo imposible y recibir exactamente lo predecible.