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Los Diablos Rojos reescriben la historia con récord de asistencia

Un fenómeno escarlata: cómo la magia del béisbol llena butacas y rompe récords históricos.

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En un giro irónico del destino, los Diablos Rojos del México no solo han vendido su alma al béisbol, sino que también han logrado lo imposible: convertir un deporte en un espectáculo masivo digno de las crónicas mitológicas. Mientras el país se debate entre crisis existenciales, los escarlatas han descubierto la fórmula mágica para llenar estadios: mezclar victorias con dosis generosas de entretenimiento barato y nostalgia vendida como “experiencia familiar”.

El récord de 536 mil 743 asistentes, establecido en 1967 por los Pingos (sí, ese equipo que hoy solo existe en los álbumes polvosos de los abuelos), ha sido pulverizado por estos modernos mercaderes del diamante. ¿El secreto? Un estadio con cinco mil butacas menos, pero con el doble de luces, pantallas y promociones de cerveza. ¡Ah, el progreso!

El mánager Lorenzo Bundy, quien en los 80 jugaba ante plateas más vacías que las promesas políticas, ahora celebra este “logro histórico” con la solemnidad de quien acaba de descubrir América. “¡Es una gran alegría!”, exclama, omitiendo mencionar que en su época el béisbol era un deporte, no un reality show con música y coreografías.

Y mientras el capitán del equipo proclama que la afición es el jugador número 10, los puristas del deporte se preguntan: ¿asistimos al renacimiento del béisbol o a su gloriosa transformación en un parque temático? Las cifras no mienten: 592 mil almas en 41 juegos. Una hazaña… o un reflejo de que, en tiempos de incertidumbre, el pueblo prefiere reír entre strikes y home runs que enfrentar la realidad.

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