Los Diablos Rojos sufren un robo celestial en el infierno deportivo

En un giro irónico digno de una tragicomedia barroca, los altos mandos del Toluca, esos seres celestiales que suelen moverse entre suites VIP y alfombras rojas, fueron víctimas de un acto de justicia proletaria en los pasillos del Estadio Ciudad de los Deportes. Tres teléfonos de última generación, esos fetiches capitalistas que valen más que el salario mensual de un aficionado, desaparecieron como por arte de magia neoliberal.

El presidente ejecutivo, Francisco Suinaga, mostró una indignación comparable solo a la de un niño al que le han confiscado su juguete en plena rabieta. “Tres celulares nos chingaron”, declaró con la elocuencia de un estadista, demostrando que en el fútbol mexicano hasta los robos se miden por estadísticas. Lo más curioso es que el Comisario de la FMF fue informado del suceso, como si este funcionario, experto en resolver disputas entre millionarios disfrazados de deportistas, pudiera hacer algo más que fruncir el ceño.

El modus operandi de los ladrones es tan predecible como los discursos de los directivos: aprovechan el caos generado por miles de fans que pagan fortunas por ver a sus ídolos tropezar con el balón. Mientras tanto, afuera del estadio, otra banda especializada en redistribución no autorizada de bienes electrónicos espera su turno, demostrando que en México el fútbol no es solo un deporte, sino un ecosistema completo donde hasta la delincuencia tiene su táctica de juego.

¿Denunciarán ante las autoridades? Difícil. Sería como admitir que el emperador está desnudo, y en este circo mediático, mejor seguir fingiendo que los problemas se resuelven con un comunicado de prensa y una palmadita en la espalda.