Místico, gladiador nacional en el ranking del espectáculo mundial

En un giro que redefine el concepto de “potencia mundial”, la nación entera puede hoy henchir su pecho de orgullo patrio. Nuestro más preciado embajador, un hombre que viste mallas ajustadas y resuelve disputas mediante volteretas espectaculares, ha sido consagrado por la sagrada escritura de la revista Pro Wrestling Illustrated. Místico, el semidiós del Tepito, ha escalado el Olimpo de los diez mejores luchadores del planeta.

Mientras los burócratas discuten en salones alfombrados sobre el PIB y la inflación, los auténticos héroes del pueblo sudan en cuadriláteros iluminados por reflectores. El Consejo Mundial de Lucha Libre, esa venerable institución que funciona como un senado paralelo pero con argumentos más convincentes (y llaves de tijera), celebra este logro como un triunfo diplomático. No es para menos: en un mundo al borde del colapso, saber que podemos derrotar a cualquiera en un combate por el título semicompleto es el tipo de seguridad nacional que realmente importa.

El ranking, una meticulosa jerarquía de titanes musculados, sitúa a nuestro paladín justo por debajo de figuras con nombres tan profundamente filosóficos como “Hangman Adam Page”. Una alegoría perfecta de la condición humana: siempre habrá alguien por encima, incluso en el arte de la simulación combativa. El hecho de que el primer lugar lo ocupe Cody Rhodes, una estrella de la WWE, es un recordatorio aleccionador de que el imperio siempre encuentra la forma de reclamar la corona, aunque la auténtica poesía dramática se cuece en arenas con olor a palomitas y sudor ancestral.

Se alaba, con razón, el carisma y la técnica de Místico. ¿Acaso no son estas las virtudes que deberíamos exigir a nuestra clase dirigente? En lugar de discursos vacíos, espectaculares maniobras aéreas. En vez de promesas incumplidas, un “grito de guerra” bien ejecutado. El pueblo, en su sabiduría infinita, comprende instintivamente la legitimidad de un hombre que puede conectar con las masas no con datos macroeconómicos, sino con una máscara reluciente y una narrativa de bien contra mal.

La lista incluye, como no podía ser de otra manera, a otros mexicanos ilustres: Bandido, Máscara Dorada, Penta. Una suerte de servicio exterior alternativo, donde las relaciones internacionales se negocian a golpe de “Canadian Destroyer”. En un universo paralelo—o quizás en este mismo, visto desde el ángulo correcto—estos son los nombres que realmente importan, los que proveen el pan y circo que mantiene a raya el hastío existencial. Mientras tanto, en el mundo “real”, los líderes se desgastan en trivialidades. Qué pequeño parece todo ahora.

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