La MLB ante un punto de inflexión olímpico
Tras años de postergaciones y negativas, una puerta se abre para uno de los eventos más esperados en el deporte mundial. La posibilidad de ver a las máximas figuras de las Grandes Ligas compitiendo por una medalla olímpica en Los Ángeles 2028 ha dejado de ser una utopía para convertirse en un objetivo tangible, aunque plagado de complejidades.
Pero, ¿qué ha cambiado? La sombra de Tokio 2020 aún es alargada. Mientras la Liga Japonesa de Béisbol Profesional paralizó su campeonato, permitiendo la consagración de su selección nacional, la MLB se mantuvo al margen, impidiendo la participación de cualquier pelotero en las nóminas de 40 hombres. Aquella decisión, que privó al torneo de sus atletas más emblemáticos, hoy es cuestionada desde dentro.
Las fuentes consultadas dentro de la oficina del comisionado revelan que la estrategia ha dado un giro. “Los propietarios han cruzado la línea”, admitió el propio Rob Manfred en un revelador intercambio con periodistas previo al segundo partido de la Serie Mundial. Esta declaración, aparentemente simple, es sintomática de un cambio de paradigma. La pregunta que surge es inevitable: ¿se trata de un auténtico deseo de enriquecer el deporte o de una jugada maestra de marketing en un escenario global?
El rompecabezas logístico y la piedra angular sindical
El plan sobre la mesa es ambicioso: crear un receso extendido durante el Juego de Estrellas para habilitar la asistencia a la justa olímpica, programada del 14 al 30 de julio. Sin embargo, el diablo está en los detalles. Un acuerdo con la Asociación de Jugadores es la piedra angular. Las negociaciones no solo giran en torno a los calendarios y la salud física de los atletas, sino también a los lucrativos contratos de patrocinio individuales que podrían verse afectados por las normativas olímpicas.
¿Están los peloteros dispuestos a intercambiar ingresos comerciales por la gloria de una medalla? ¿Cómo se compensará a los clubes por el riesgo de lesión de sus activos más valiosos? Estas son solo algunas de las incógnitas que las mesas de negociación deben despejar.
Un formato comprimido y una ventana de oportunidad única
Los documentos a los que hemos tenido acceso delinean un torneo radicalmente distinto al de Tokio, que se desarrolló a lo largo de 11 días. Para Los Ángeles, se contempla un formato más condensado y explosivo, diseñado para minimizar la interrupción de la temporada regular de la MLB y maximizar el impacto televisivo.
Manfred confirmó los avances con el Comité Organizador de Los Ángeles 2028 en el diseño de este cronograma, un logro significativo pero insuficiente. La cruda realidad, que el propio comisionado no elude, es que esta podría ser una oportunidad única. Los Juegos de 2032 en Brisbane, Australia, presentan obstáculos logísticos casi insuperables debido a la distancia y la diferencia horaria.
La conclusión es clara: LA 2028 no es el inicio de una nueva era, sino una ventana excepcional. Las tratativas actuales no solo buscan resolver problemas de calendario; están definiendo el legado de una generación de peloteros y el lugar del béisbol estadounidense en el escenario olímpico. El reloj corre, y el mundo del deporte espera para ver si la MLB está a la altura del histórico momento.















