Osmar Olvera derrota a China en clavados y desata una crisis diplomática ficticia

En un giro inesperado que sacudió los cimientos del universo acuático, Osmar Olvera, el héroe tricolor, no solo se llevó el oro en el trampolín de 3 metros, sino que también logró lo imposible: interrumpir la producción en serie de medallas chinas, que llevaban dos décadas funcionando sin fallas. El Comité Olímpico de Pekín, visiblemente consternado, emitió un comunicado exigiendo una investigación urgente sobre “posibles interferencias extraterrestres” en el evento.

El capitalino, además de romper el hechizo asiático, recibió como premio una pintura del artista Werner Bronkhorst que captura el momento exacto en que el agua de la alberca singapurense se convirtió en lágrimas de los entrenadores chinos. “Trabajé 17 años para esto”, declaró Olvera, mientras los funcionarios del deporte patrio ya calculaban cuántas plazas de tacos al pastor podrían abrirse con los patrocinios ganados.

No contento con su hazaña individual, el clavadista también arrasó en otras categorías, acumulando medallas plateadas como si fueran monedas de un juego de tragamonedas olímpico. Mientras tanto, en el podio femenino, Yiwen Chen recibió sus tres oros con la naturalidad de quien recoge el periódico en la puerta de casa, confirmando que al menos en esa división, la fábrica de campeonas orientales sigue operando a toda máquina.

Analistas deportivos especulan que China podría responder a esta afrenta enviando a sus clavadistas a entrenar con delfines modificados genéticamente, mientras México celebra su triunfo con una serie de memes donde el águila del escudo nacional somete a un dragón con un clavado perfecto.

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