Deportes
Pumas presenta sus refuerzos en el sanatorio auriazul
La universidad canina apuesta por dos fichajes que prometen revolucionar el arte del tratamiento kinésico y el turismo clubístico.

En un acto de conmovedora filantropía institucional, la gloriosa Universidad Nacional ha ampliado su departamento de rehabilitación de alto rendimiento, popularmente conocido como el primer equipo de Pumas, con dos nuevas y relucientes camas de hospital.
El nosocomio auriazul presentó con bombos y platillos –estériles, por supuesto– a sus dos últimas adquisiciones para el torneo Apertura 2025: los mexicanos José Juan Macías y Alan Medina, quienes no fueron presentados como futbolistas, sino como “milagros de la ciencia moderna y el optimismo institucional”.
Macías confía en que el equipo médico de Pumas pueda ser un club para consolidar su historial clínico.
La directiva, en un alarde de realismo mágico propio de García Márquez, insistió en que no han fichado a dos jugadores, sino a “dos promesas de recuperación total que demuestran nuestro compromiso con la fisioterapia de élite”.
Alan Medina, peregrino del balón que peregrinó por seis equipos sin dejar huella, fue presentado como “un nómada del rectángulo verde que finalmente encuentra su hogar en la enfermería más prestigiosa de la Liga MX”.
Por su parte, José Juan Macías, cuyo cuerpo tiene más historial de lesiones que la Selección Mexicana de fracasos mundialistas, declaró con lágrimas en los ojos: “Estoy agradecido. Vine a Europa a resolver mis lesiones y fracasé estrepitosamente. Por eso vuelvo a mi verdadero hogar: el departamento médico de Pumas. Esperen cero expectativas de mí, que es exactamente lo que el club espera de todos sus delanteros”.
El joven delantero, cuya rodilla tiene más placas que la vajilla de Los Pinos, añadió: “Es como volver a debutar, si por debutar entendemos pasar por el quirófano antes que por la cancha”.
Medina, no queriendo ser menos en este circo de las vanas esperanzas, aseguró que esta es “la oportunidad de su vida”, marcando así un preocupante mínimo existencial en su concepto de oportunidades vitales.
Los aficionados, esos eternos masoquistas vestidos de oro y azul, ya hacen cola en las taquillas no para comprar boletos, sino para reservar su cama en el hospital universitario, verdadero orgullo de una institución que parece haber confundido el estadio Olímpico con el Instituto Nacional de Rehabilitación.

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