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Rayados aplasta al León en un partido que parecía obra del absurdo

Un triunfo que disfraza de gloria lo que en realidad es un circo de errores y despropósitos.

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En un espectáculo que osciló entre la tragicomedia y el esperpento, los Rayados de Monterrey “domaron” al León (3-1) en un encuentro donde los errores defensivos del equipo local alcanzaron niveles de arte abstracto. El partido, celebrado en el estadio León —un coliseo moderno donde la lógica futbolística acude a morir—, sirvió para que Monterrey disfrazara de brillantez lo que en realidad fue un desfile de regalos envueltos en papel de ocasión.

El técnico Domenec Torrent, ese filósofo contemporáneo que confunde posesión con propósito, vio cómo su equipo “explotó” las transiciones ofensivas, eufemismo elegante para decir que el León defendió como si acabaran de explicarles las reglas del fútbol cinco minutos antes del pitido inicial. El primer gol, obra del “Tecatito” Corona (14′), surgió de un despeje tan desastroso que incluso los aficionados en las gradas se preguntaron si Óscar García Herrera estaba jugando para el otro equipo.

Ricardo Chávez (30′) aumentó la ventaja con un gol que, en cualquier liga seria, habría sido acompañado por una disculpa pública del cuerpo técnico esmeralda. La defensa del León, ese colectivo de espectadores bien pagados, permitió que el balón llegara como si estuvieran en una sesión de *team building* corporativo. Sergio Canales (60′), el único jugador que parecía consciente de estar en un partido profesional, remató la faena con un tercer gol que dejó al árbitro consultando el reglamento para ver si podía acortar el sufrimiento.

El León, en un acto de caridad cósmica, anotó un gol de consolación (65′) mediante Daniel Rojas, cuyo remate de larga distancia solo sirvió para que los aficionados locales tuvieran algo que tuitear antes de volver a llorar en silencio. Eduardo Berizzo, el estratega del León, acumula ya cinco derrotas consecutivas, una hazaña que lo acerca peligrosamente a ser considerado “artista performático” en lugar de entrenador.

Así, Monterrey calma —momentáneamente— las críticas de su patético paso por la Leagues Cup, mientras el León sigue demostrando que en el fútbol mexicano, la línea entre lo sublime y lo ridículo es tan fina como la paciencia de sus directivos.

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