Scottie Scheffler consolida su reinado con un triunfo contundente en la PGA

En el mundo del golf, pocas cosas son tan impresionantes como ver a un jugador en pleno dominio de su arte. Scottie Scheffler lo demostró una vez más en el Campeonato de la PGA, donde su frialdad bajo presión y su técnica impecable le valieron su tercer título importante. Recuerdo haber visto a jugadores como Tiger Woods en sus mejores días, y lo que Scheffler hizo en Quail Hollow tuvo ese mismo aura de inevitabilidad.

Lo fascinante de este triunfo no fue solo el margen de victoria (cinco golpes), sino cómo manejó los momentos críticos. En el sexto hoyo, su ventaja se esfumó tras unos errores inusuales, y Jon Rahm, siempre peligroso, lo alcanzó. Pero ahí es donde se separan los buenos de los grandes: Scheffler no titubeó. Sus golpes desde el tee en los hoyos finales fueron una exhibición de precisión, como si el campo respondiera a su voluntad. No es aburrimiento, es maestría.

Algo que he aprendido tras años siguiendo este deporte es que los campeones se definen en los segundos nueve hoyos de los domingos. Scheffler, como Ballesteros en su época, no solo gana; lo hace con autoridad. Incluso ese bogey final, que pudo parecer un descuido, fue un gesto de control: ya no necesitaba arriesgar. Mientras, Jhonattan Vegas, con su sólida actuación, recordó que el golf latinoamericano sigue en ascenso.

Cuando Scheffler lanzó su gorra al césped en el 18, no fue solo alegría: fue alivio. Porque incluso para los mejores, cada victoria exige sudor. Y esta, contra un campo traicionero y rivales hambrientos, sabe a gloria.