Tigres Femenil ejecuta una disección táctica de nueve goles

En un acto de supremacía deportiva que raya en lo pedagógico, el conjunto de Tigres Femenil no se limitó a jugar un partido de fútbol; ofreció una magistral lección de anatomía táctica aplicada sobre el cadáver futbolístico del León. La victoria, un escueto 9-0, podría interpretarse como una simple goleada, pero los entendidos sabemos que fue un meticuloso ejercicio de deconstrucción institucional.

Bajo la batuta del estratega Pedro Martínez Losa, quien probablemente dirigía el espectáculo desde un trono adornado con balones de oro, las felinas ejecutaron un plan tan perfecto que hacía parecer a sus oponentes como figurantes contratados para una simulación. La ilustre Jennifer Hermoso, lejos de contentarse con ser una mera figura, se erigió en sumo sacerdotisa de un ritual goleador, marcando un ‘póker’ de goles con la precisión de un cirujano y la solemnidad de quien firma un tratado de paz en condiciones de rendición incondicional.

Las esmeraldas del Bajío, que osaron presentarse en el campo con la inocente esperanza de disputar un encuentro, descubrieron demasiado tarde que eran participantes involuntarias en un documental sobre la insignificancia. Su resistencia fue tan férrea como la de un castillo de arena frente a la marea alta. Mientras, las Amazonas locales, cual legión romana en el apogeo del imperio, demostraban con contundencia y solidez que la lideratura no es una posición en la tabla, sino un estado ontológico.

El partido comenzó con el inevitable, casi filosófico, cabezazo de Diana Ordoñez, un gesto que parecía decir: “esto es lo que ocurre cuando la física newtoniana se alía con nuestra voluntad”. Le siguió la duplicación del patrón por parte de Jhennifer Cordinali, en lo que solo puede describirse como una afirmación artística sobre la repetitividad de la derrota ajena.

El show de Hermoso, un término insuficiente para describir el suceso, fue un monólogo dramático en tres actos (más uno de propina). Desde la suave ejecución de un penal—un eufemismo para ‘regalo divino’—hasta un zurdazo y un disparo de media distancia, cada gol era una estrofa de un poema épico que narraba la superioridad técnica y moral. El desvío de la defensa esmeralda en el tercer tanto no fue un error, sino un acto de sumisión consciente ante lo inevitable.

El cierre, con Cordinali y Natalia Colín añadiendo sus firmas al manifiesto colectivo, y con Hermoso sellando su noche perfecta, no fue la ampliación de un marcador. Fue la puntuación final de un tratado que establece, de una vez por todas, el nuevo orden mundial del fútbol femenil mexicano. Al igualar sus mayores goleadas, Tigres no buscaba un récord; simplemente recordaba a la afición y al resto del campeonato cuál es el natural estado de las cosas en la cima de la clasificación general. El camino a la Liguilla no es una aspiración, es un derecho de pernada deportivo.

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