Una investigación más profunda del encuentro en el Volcán revela una narrativa que va más allá del simple 3-1 final. ¿Fue realmente la expulsión de Jahaziel Marchand el punto de inflexión decisivo, o los cimientos de la victoria de Tigres se construyeron sobre una resistencia mental que desafió el gol tempranero de Joao Pedro?
El partido comenzó con una revelación incómoda para los locales: un error defensivo que Ángel Correa, con la frialdad de un veterano, casi convierte en el primer gol. Sin embargo, fue el equipo visitante, el Atlético de San Luis, quien ejecutó una jugada estudiada al detalle. Testigos en la grada relataron cómo Juan Sanabria, con un tacón magistral, desbarató la zaga felina para habilitar a Pérez Bouquet, quien a su vez encontró a Joao Pedro para el disparo certero. Este gol no era solo un tanto en el marcador; era un cuestionamiento directo a la solidez de Tigres.
La respuesta del equipo dirigido por Guido Pizarro no se hizo esperar, pero se topó repetidamente con la resistencia del guardameta Lajud. La persistencia, sin embargo, tiene sus recompensas. En el minuto 30, la veteranía y astucia de Javier Aquino desgarró la defensa rival. Su asistencia a Correa no fue solo un pase; fue la corrección de un guion que parecía escrito para los potosinos, igualando las acciones y demostrando que el dominio del balón eventualmente se traduce en oportunidades claras.
El segundo tiempo desveló una capa adicional de la estrategia. Marco Farfán, un nombre que no siempre acapara los titulares, emergió en el segundo palo para completar una jugada de laboratorio y colocar el 2-1. Este gol no solo ponía a Tigres al frente en el marcador, sino que exponía una vulnerabilidad en la defensa de San Luis. La posterior expulsión de Marchand por doble amonestación, un documento arbitral imborrable, abrió una herida que el conjunto visitante no pudo suturar.
Con la ventaja numérica, el interrogante cambió: ¿podría Tigres administrar el partido y sellarlo? La respuesta llegó de los botines de Diego Laínez, quien capitalizó un caos en el área potosina, un “ping-pong” que terminó en el tercer gol y sentenció la contienda. La investigación culmina con un episodio polémico: un gol anulado a Nicolás Ibáñez tras la intervención del VAR. Esta tecnología, un juez silencioso cuyas deliberaciones son secretas, arrebató el cuarto tanto, dejando una pregunta flotando en el aire nocturno: ¿habría cambiado algo ese gol en el desarrollo final o simplemente adornó el marcador? Lo que queda claro es que Tigres cerró su fase regular no solo con una victoria, sino enviando un mensaje de poder ofensivo y resiliencia.
















