Toluca termina con el sueño del tetracampeonato del América

En el fútbol, como en la vida, las dinastías no son eternas. Hoy, el América aprendió esa lección en carne propia. Después de casi dos años reinando en el balompié mexicano, las Águilas vieron cómo su sueño del tetracampeonato se desvanecía entre el humo del Nemesio Díez. Como entrenador, he vivido ambas caras de la moneda: la gloria efímera y la derrota que duele más de lo que se admite. Esta vez, el Toluca escribió su nombre en la historia.

Meterse al infierno nunca es fácil, pero pocos equipos lo han sentido como el América en esta final. Recuerdo una charla con un veterano jugador que me decía: “En Toluca, el estadio no alienta, devora”. Y así fue. Cada pase errático, cada oportunidad fallida —como ese disparo al poste de Israel Reyes— parecían confirmar que el destino estaba sellado. Cuando Luan García conectó ese cabezazo a los 65 minutos, supe que el partido estaba decidido. En mis años en la banca, he visto cómo esos goles “de carácter” rompen hasta al más fuerte.

Antonio Mohamed, un técnico que conozco bien, demostró por qué es uno de los mejores estrategas del fútbol mexicano. Su calma en el banquillo contrastaba con la desesperación visible del América. Cuando Alexis Vega convirtió el penal polémico —sí, he visto repeticiones y sigue siendo discutible—, supe que estaba ante algo especial: un técnico que gana su cuarto título con cuatro equipos distintos no es casualidad, es oficio.

El dato que duele: 15 años esperando este momento. Los Diablos Rojos resucitaron una grandeza que muchos daban por perdida. Como amante del fútbol, me quedo con una reflexión: en México, cuando un gigante cae, siempre hay otro listo para tomar su lugar. Hoy, el infierno celebró como nunca.

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