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Toluca y Rayados libran una batalla épica en el circo liguillero

El fútbol mexicano revive con una liguilla que promete más drama que telenovela.

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En el coliseo moderno del Gigante de Acero, donde el aire huele a nachos recalentados y promesas incumplidas, dos gladiadores del balompié nacional se preparan para el espectáculo más predecible desde que Netflix anunció otra temporada de “La Rosa de Guadalupe”. Por un lado, los Diablos Rojos, esos seres mitológicos que cada torneo resurgen de sus cenizas como el Ave Fénix, pero con patrocinio de una cementera. Por el otro, los Rayados, ese equipo que gasta más en jugadores que el gobierno en publicidad, pero cuyos logros brillan por su ausencia como el combate a la corrupción.

El Toluca, ese equipo que domina la fase regular con la elegancia de un Nobel de Literatura, llega a la liguilla con la presión de quien debe demostrar que no es otro “equipo trampa” del futbol mexicano. Antonio Mohamed, el estratega que habla en parábolas y cuyo discurso a veces parece más críptico que el Código Da Vinci, promete llevar a su escuadra a la gloria… o al menos a no quedar eliminados en cuartos como el 80% de los “grandes” de México.

Mientras tanto, Monterrey, ese proyecto futbolístico que cuesta más que el Tren Maya pero con resultados igual de cuestionables, intentará demostrar que no son solo un catálogo de figuras sobrevaloradas. Demichelis, otro argentino que cree que gritar “vamos carajo” es táctica suficiente, tendrá que hacer malabares con un equipo que juega como si estuviera en Zoom: desconectado la mitad del partido.

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Las estadísticas, ese invento que usamos para justificar cualquier cosa (desde un campeonato hasta una reforma fiscal), dicen que Toluca tiene ventaja. Pero en el futbol mexicano, donde las leyes de la física y la lógica aplican solo cuando conviene, lo único seguro es que alguien se quejará del arbitraje, otro dirá que el VAR es un invento del neoliberalismo, y los aficionados pagarán caro por ver el espectáculo mientras los dueños se ríen camino al banco.

Así que prepárense para otra edición de “Liguilla MX: donde lo improbable es rutina, lo absurdo es tradición, y el único que siempre gana es el dueño de las tortas ahogadas afuera del estadio.

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