Una definición goleadora para el recuerdo
En mis años siguiendo la Liga MX, pocas veces se vive una definición del título de goleo con la emoción y el dramatismo del pasado fin de semana. No fue la historia de un solo héroe, sino el épico cierre de una batalla a tres bandas. Primero, el experimentado Joao Pedro abrió el marcador para el Atlético de San Luis en el siempre complicado Estadio Universitario. Luego, en un momento cargado de simbolismo, el mexicano Armando “La Hormiga” González anotó para las Chivas frente a su clásico rival, Rayados. El guion, sin embargo, exigía un final de infarto, y fue Paulinho, con la frialdad que le dan sus campañas anteriores, quien apareció contra el América para sellar este extraordinario triplete goleador. Los tres artilleros culminaron la jornada con 12 anotaciones, un testimonio de su consistencia y calidad.
Lecciones de consistencia y el valor de un goleador local
Ver a Paulinho asegurar su tercer título consecutivo es presenciar historia en vivo. En este oficio, la adaptación es una cosa, pero mantener ese hambre de gol torneo tras torneo es lo que separa a los buenos de los grandes. Me recuerda a la época de “Chucho” Benítez, un delantero que llevaba el instinto goleador en la sangre. Lograr una hazaña así requiere no solo talento, sino una resiliencia mental formidable.
Quizás el dato más significativo, y que llena de esperanza, es el de Armando González. Desde la distancia, uno aprende a valorar el surgimiento de un goleador nacional. Que un mexicano se cuele en esta lucha de élite y rompa la sequía desde los ocho goles de Uriel Antuna en el Clausura 2024 es más que una estadística; es un recordatorio de que el talento local, con paciencia y oportunidades, puede brillar en lo más alto. No se trata solo de anotar, sino de cargar con la responsabilidad y la camiseta de una manera que solo quienes han pasado por ello pueden entender plenamente.
