Un árbitro de Liga MX responde a la polémica en redes

La presión del silbato: una lección de vida en el campo

Llevo años en este mundo del fútbol, y les puedo decir que no hay cargo más ingrato que el del árbitro. Lo he vivido en primera persona: una decisión milimétrica te convierte en héroe o villano nacional en cuestión de segundos. El caso de Marco Antonio “Gato” Ortiz esta semana es el ejemplo perfecto. Tras pitar dos penaltis a favor del América en el duelo contra el Atlas, la red se le vino encima. No es algo nuevo; es el pan de cada día para quienes llevamos el silbato colgado al cuello.

Recuerdo una vez, en un clásico juvenil, marqué un fuera de juego que anulaba un gol. La tecnología confirmó después que tenía razón, pero durante los 90 minutos siguientes recibí todo tipo de improperios. Esa experiencia me enseñó que, en el fútbol, la percepción siempre va por delante de la realidad. El “Gato” Ortiz acumula ya siete penaltis señalados en los últimos seis partidos. Una estadística llamativa, sin duda, pero que puede deberse a mil factores que los aficionados no alcanzan a ver desde la grada o la televisión.

La reacción de Ortiz en Instagram no me sorprende. Su mensaje –”Todos tienen opiniones. Algunos tienen ideas. Pocos cuentan con preparación. Y casi nadie posee el conocimiento real…”– es el grito de auxilio de quien sabe que tiene la razón pero ha perdido la batalla de la comunicación. Es un error común en nuestro gremio: creer que nuestro criterio técnico es suficiente. La sanción previa de la Concacaf por pedirle la camiseta a Messi ya había dejado herida su imagen pública, y eso pesa más que cualquier argumento.

He aprendido, a base de golpes, que limitar los comentarios en redes –como hizo Ortiz– es a veces la única solución para proteger la salud mental. Pero también sé que el arbitraje moderno exige algo que a muchos nos cuesta: transparencia y pedagogía. No basta con tener razón; hay que saber explicarla.

Que la FMF lo haya mantenido en actividad para el partido Santos-Tigres me parece acertado. En este oficio, la única forma de superar una crisis es volver al campo. La teoría se aprende en los libros, pero la sabiduría para manejar la presión solo se adquiere pitando en el infierno de un estadio lleno. El conocimiento técnico es fundamental, pero sin la fortaleza mental que da la experiencia, cualquier árbitro está destinado a romperse. Y eso, queridos lectores, es una lección que no viene en ningún reglamento.