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Un final épico en East Lake con la Ryder Cup de fondo

Un emocionante cierre de temporada se define en East Lake, con un capitán de la Ryder Cup generando la gran polémica.

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En el golf de élite, un solo golpe puede cambiar un torneo, y el sábado en East Lake, Tommy Fleetwood lo comprobó en sus propias carnes. Un error de cálculo en el hoyo 15, un par 3 traicionero, le costó caro y le arrebató el liderato en solitario del Campeonato del Tour. Pero lo que define a un campeón no es la caída, sino la capacidad de levantarse. Y Fleetwood, con la templanza que dan los años en el circuito, respondió con una serenidad admirable.

Mientras tanto, al otro lado del campo empapado, Patrick Cantlay demostró por qué es uno de los jugadores más letales cuando huele sangre. Con un impresionante cerrojazo de cuatro birdies en los últimos cinco hoyos, firmó una tarjeta de 64 (-6) para empatar en la cima. He visto a muchos jugadores en mi día, pero la frialdad de Cantlay bajo presión es algo que solo se aprecia con el tiempo; es un reloj suizo en los momentos decisivos.

Sin embargo, la historia más jugosa, la que susurraba entre los robles de East Lake, era la de Keegan Bradley. El capitán del equipo estadounidense de la Ryder Cup no solo está jugando por el título de la FedEx, sino con la sombra de una decisión monumental: autoseleccionarse. Su espectacular 63 (-7) fue más que una buena ronda; fue una declaración de intenciones. La presión de la Ryder lo consume, y lo entendí perfectamente cuando mencionó haber visto la bolsa de palos de Arnold Palmer, el último capitán-jugador, en el club. Esos momentos, esas coincidencias, no son casualidades en este deporte; son presagios. Te conectan con la historia y te recuerdan el peso del momento.

El escenario para el domingo es de película. No es solo la lucha por el codiciado título de la Gira de la PGA y la Copa FedEx, sino un duelo psicológico con capas de narrativa. Fleetwood, el talentoso inglés ansioso por su primer gran triunfo en suelo americano; Cantlay, el ganador experimentado que busca romper una sequía; y Bradley, cuyo juego podría forzar una de las decisiones más comentadas en años.

El hoyo 15, donde Fleetwood encontró el agua con un hierro 6, se convirtió en el protagonista involuntario. Es un hoyo que perdona poco, y en la tercera ronda cobró su peaje. Pero la respuesta de Fleetwood con un birdie en el 16 fue la muestra de un competidor maduro. Esa resiliencia es lo que separa a los buenos jugadores de los grandes ganadores.

Con Russell Henley y el siempre peligroso Scottie Scheffler también en la mezcla, todo está por decidir. Cinco jugadores en cuatro golpes es una brecha mínima. En mi experiencia, los domingos de la FedEx en East Lake son un maratón mental tanto como físico. No se trata solo de golpear la bola, sino de gestionar las emociones, la historia y la inmensa presión que conlleva cerrar la temporada.

El regreso de Cantlay, trabajando con el gurú del putt Phil Kenyon, podría ser el factor diferencial. A veces, el más mínimo ajuste técnico, un cambio de sensación en las manos, es la chispa que enciende la confianza. Él lo sabe, y su mirada de satisfacción al terminar la ronda lo decía todo: está exactamente donde quiere estar.

Mañana promete ser un duelo épico, lleno de giros inesperados y lecciones de golf de la más alta calidad. Un final que recordaremos.

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