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Alejandro Fernández casi es deportado por mover un cono en Miami

El cantante enfrentó un absurdo choque burocrático que casi cancela su show por mover un cono.

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Alejandro Fernández casi es deportado por mover un cono en Miami

Alejandro Fernández sigue de gira en EU, sorteando obstáculos dignos de una epopeya kafkiana.

En un giro tragicómico que solo Estados Unidos podría ofrecer, Alejandro Fernández, el icónico “Potrillo” de la música ranchera, estuvo a punto de ser enviado a las tinieblas del exilio por el crimen imperdonable de reubicar un cono de tráfico. Sí, un cono. Esa pieza de plástico naranja que, al parecer, tiene más derechos que un migrante con visa de trabajo.

El hecho ocurrió en el sagrado templo del Kaseya Center, donde Fernández intentaba rendir tributo a su padre, el difunto Vicente Fernández, pero terminó librando una batalla épica contra los guardianes de la ley local. “Nombre, ya me querían desterrar”, confesó el artista, revelando que los oficiales reaccionaron como si hubiera intentado robar el Capitolio en lugar de… estacionar su camioneta.

La ironía es sublime: mientras las redadas contra migrantes se multiplican en Florida, un multimillonario cantante —con permiso laboral y seguramente un abogado bajo la manga— casi termina en un vuelo de deportación por tocar un cono sin permiso. ¿Será este el nuevo estándar para “amenazas a la seguridad nacional”? ¿O simplemente otro capítulo del reality show surrealista que es la política migratoria estadounidense?

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Las redes sociales, como era de esperar, estallaron en un coro de indignación y memes. Algunos usuarios sugirieron que, si mover un cono es deportable, entonces medio Miami debería estar en la frontera con México. Otros celebraron la resistencia del artista: “Alejandro no solo heredó la voz de su padre, sino también su habilidad para evadir autoridades”, bromeó un tuitero.

Pese al incidente —o quizá gracias a él—, la gira “De rey a rey” continuará su marcha triunfal por Estados Unidos. Queda la pregunta: ¿aprenderá el Departamento de Policía de Miami a distinguir entre un delincuente y un cantante buscando estacionamiento? O, mejor aún, ¿aprenderemos todos que el verdadero absurdo no es el cono, sino el sistema que lo convierte en un arma?

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