Alicia Villarreal denuncia hostigamiento y difamación de Francisco Cantú

En un movimiento legal que revela una lucha privada contra el acoso público, la cantante Alicia Villarreal ha formalizado y ratificado una demanda ante la Fiscalía Especializada en Feminicidios y Delitos contra las Mujeres. Su objetivo: el también intérprete Francisco Cantú, a quien acusa de una campaña sostenida de ataques, declaraciones falsas, hostigamiento mediático digital y difamación.

Pero, ¿qué hay detrás de esta confrontación entre dos figuras del espectáculo? Los documentos judiciales y el testimonio de la propia Villarreal pintan un cuadro de presiones constantes. Su representante legal detalló que Cantú, tras compartir escenario con ella en el espectáculo “GranDiosas” en 2022, habría lanzado amenazas, prometiendo no cesar en su persecución, además de proferir injurias. La petición de la artista no se limita a una investigación penal; incluye una medida cautelar de restricción y una demanda civil por daño moral, buscando un resarcimiento más allá de lo simbólico.

La voz de la denuncia: “¡Ya basta!”

“¡Ya basta! Esto se ha normalizado, que se abuse tanto de la mujer”, declaró Villarreal con firmeza a su salida de las dependencias fiscales. Sus palabras, recogidas por los medios, no son solo una queja, sino un posicionamiento público contra lo que describe como una “orquestada campaña de desprestigio”. La intérprete fue enfática: no piensa quedarse callada. Esta decisión de judicializar el conflicto abre una ventana a un patrón de conducta que, según su relato, busca denigrarla y afectarla sistemáticamente.

Sin embargo, este proceso legal no existe en el vacío. Nuestra investigación revela que Villarreal libra simultáneamente otra batalla jurídica de alto perfil: un caso por violencia familiar contra su exesposo, el compositor Cruz Martínez. Además, fuentes cercanas al entorno familiar confirman un distanciamiento con su hija, Melenie, fruto de su relación con el actor Arturo Carmona. Este contexto personal complejo añade capas de presión a la vida de la artista, planteando interrogantes sobre el costo emocional de estas confrontaciones públicas y privadas.

El acusado: ¿Una carrera construida sobre la polémica?

¿Quién es Francisco Cantú y qué motiva estas acciones? Nuestro escrutinio de su trayectoria muestra un ascenso mediático marcado por la autopromoción. Desde 2021 impulsó su faceta como cantante de rancheras con el sencillo “Invisible”, pero ya antes exhibía en redes sociales un estilo de vida lujoso en Estados Unidos, presentándose como dueño de prósperos emprendimientos en San Diego. Su visibilidad creció en 2025 al compartir escenarios con figuras como Reily Barba y en espacios de la cadena Multimedios.

Su participación en “GranDiosas” en 2022, junto a Villarreal, Ángela Carrasco, Dulce y otras, parece haber sido un punto de inflexión. Posteriormente, lanzó “Piernas quebradas” con Ivonne Montero en el videoclip. No obstante, en meses recientes, su nombre se ha vinculado más a la polémica que a la música, al asegurar públicamente haber tenido romances con varias famosas, incluida la propia Villarreal, afirmaciones que ella ha negado categóricamente. Este patrón de declaraciones sensacionalistas nos lleva a cuestionar si la estrategia de Cantú se basa en la notoriedad a cualquier costo.

Un patrón de conducta que se repite

La investigación profundiza y descubre que los conflictos de Cantú no se limitan a Villarreal. También ha tenido desencuentros públicos con Romina Mircoli, hija de la fallecida cantante Dulce, con quien habría mantenido una breve relación sentimental poco antes del trágico deceso de la artista en diciembre de 2024. Esta recurrencia de fricciones con mujeres del medio artístico dibuja un inquietante patrón conductual que merece ser examinado.

La conclusión que emerge de este entramado de declaraciones, demandas y testimonios es reveladora. Más allá de un simple pleito entre celebridades, el caso de Alicia Villarreal contra Francisco Cantú se erige como un examen sobre los mecanismos del hostigamiento digital, la difamación en la era de las redes sociales y la dificultad de las mujeres en la esfera pública para proteger su reputación e integridad. La decisión de Villarreal de llevar el caso a la justicia penal especializada no solo busca su propia reparación, sino que podría sentar un precedente crucial sobre los límites de la expresión y la responsabilidad por las campañas de desprestigio orquestadas en los medios digitales. La verdad judicial está por determinarse, pero la verdad mediática ya se está escribiendo: el silencio y la normalización del abuso tienen, en este caso, una contestación firme.

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