En un giro tragicómico que parece sacado de un melodrama de telenovela, América Guirnat, la primera víctima—perdón, esposa—del icónico Alejandro Fernández, ha declarado al mundo su mayor tragedia: el olvido de un mensaje de cumpleaños. Sí, en esta era de crisis climáticas y guerras, el verdadero drama es que “El Potrillo” no le envió su anual felicitación por WhatsApp.
Tras seis años de matrimonio y un divorcio en 2002, la pareja había logrado lo imposible: una relación postmatrimonial más estable que la economía de algunos países. Juntos posaban sonrientes en bodas, bautizos y hasta en la inauguración de un centro comercial, demostrando al mundo que el cariño puede sobrevivir incluso a los reality shows. Pero todo se derrumbó cuando, en un acto de rebelión sin precedentes, Fernández omitió dos fechas clave: su cumpleaños y el Día de la Madre. ¡Escándalo!
“Nunca me había pasado esto”, confesó Guirnat, como si el universo hubiera dejado de girar. “Él era de los que me escribía a medianoche, puntual como reloj suizo… ¿Será que ahora está demasiado ocupado grabando rancheras o simplemente descubrió el botón ‘silenciar’?”
Ante tal afrenta, los teóricos de la conspiración especulan: ¿Fue un descuido genuino? ¿Un acto de sabotaje emocional? ¿O acaso “El Potrillo” finalmente entendió que, tras 26 años de divorcio, quizá no es obligatorio felicitar a su exesposa como si fueran compañeros de oficina en Navidad?
Lo cierto es que este episodio ha dejado una lección invaluable: en el mundo de los famosos, incluso los gestos más automatizados pueden convertirse en noticia de portada. ¿Qué sigue? ¿Un comunicado de prensa porque no le dio “me gusta” a su foto en Instagram?