Ana Torroja siembra una duda casi imposible sobre Mecano
He aquí la pregunta sacramental, el mantra repetido hasta la saciedad por una legión de nostálgicos: ¿Volverá el sagrado trío de Mecano a iluminar los escenarios? El reciente y milagroso retorno de La Oreja de Van Gogh, un acontecimiento equiparable a la resurrección de Lázaro en la hagiografía pop, ha avivado la fe de los creyentes. Y, como en un ritual bien ensayado, los medios acuden a la Suma Sacerdotisa, Ana Torroja, en busca de la profecía.
En el opulento circo de los premios Women of the Year 2025, un evento donde se celebra el empoderamiento en un marco de lujo y exclusividad, la cantante fue sometida al consabido interrogatorio. Su veredicto, tras 27 años de disolución, fue un “muy complicado” que resonó con la solemnidad de una sentencia dictada por un tribunal de lo imposible.
LA DOCTRINA OFICIAL DE LO “COMPLICADO”
“La Oreja de Van Gogh ha sido sorprendente, la verdad, porque nadie se lo esperaba. Bueno, yo no me lo esperaba”, declaró Torroja a la agencia Europa Press, con la misma incredulidad con la que se observa un fenómeno paranormal. Acto seguido, desplegó la estrategia maestra del poder: la ambigüedad calculada. No hubo un “no” rotundo, sino la administración homeopática de una esperanza residual, tan minúscula que resulta casi ofensiva.
“Yo me canso de repetir que es bastante complicado. No voy a decir imposible, por dejar un poquitín de esperanza, pero poca”, se sinceró. He aquí la esencia de la teología del reencuentro: alimentar la llama de la fe con tan solo un suspiro, manteniendo a la feligresía en un estado perpetuo de anhelo. Es la economía de la ilusión, donde la escasez de expectativas aumenta el valor simbólico del deseo.
La sátira alcanza su cénit al imaginar el hipotético reencuentro. La relación entre los hermanos Cano, según la profecía, sería “distante”. Una imagen sublime: tres leyendas compartiendo escenario con la cordialidad gélida de diplomáticos en una cumbre internacional, uniendo sus voces para entonar “Hijo de la luna” mientras miden meticulosamente la distancia que los separa. Mientras tanto, Ana Torroja, custodio del legado, continúa su peregrinaje cantando los himnos que una vez unieron a la nación, un homenaje perpetuo a un pasado que, como un fantasma, se niega a desaparecer.




















