Bellakath cancela show por falta de pago en Veracruz

Bellakath cancela show por falta de pago en Veracruz

En un sublime ejercicio de teatro corporativo que hubiera hecho palidecer a las más exquisitas tragicomedias burocráticas, los devotos veracruzanos de Bellakath fueron iniciados en los sagrados misterios de la economía del espectáculo. La diva del reggaeton, en un acto de insólita rebeldía contra las leyes no escritas del capitalismo tardío, se negó a ofrecer su performance alegando que -atención al detalle surrealista- esperaban que cantara sin haber cumplido con la transacción monetaria.

La ceremonia, bautizada con el pomposo nombre de Expo Feria Ganadera Ylang Ylang -donde por fin se equiparaba el valor artístico con el ganadero- tuvo lugar en el majestuoso World Trade Center de Veracruz, templo dedicado al comercio global donde, irónicamente, el comercio falló estrepitosamente.

Los sumos sacerdotes de la organización, siguiendo el manual de relaciones públicas para situaciones catastróficas, subieron al proscenio para anunciar que la artista había incumplido su parte del rito por problemas técnicos. Según su versión, Bellakath carecía de la paciencia necesaria para esperar que los técnicos resolvieran el malfuncionamiento de una consola -ese altar tecnológico donde se procesan los sonidos que adormecen a las masas-.

Pero he aquí que la herejía se propagó por las redes sociales, el nuevo púlpito desde donde los artistas ejercen su derecho de réplica. La cantante, en un acto de insubordinación digna de estudio, demostró que seguía en el recinto y desveló el verdadero meollo del asunto: el soundcheck no se había realizado porque, en un giro kafkiano, su equipo llevaba horas sin comer esperando un pago que nunca llegó.

“Creo que no hay seriedad en el evento”, declaró la artista, subvirtiendo así el orden natural de las cosas donde son los artistas quienes deben demostrar su profesionalidad, no los empresarios su solvencia. En un emocionante discurso que mezclaba la frustración con el cariño hacia sus seguidores, Bellakath explicó que no podía actuar sin que se cumplieran los términos contractuales, rompiendo así con la tradición milenaria del artista hambriento que canta por amor al arte.

Los organizadores, ofendidos por esta falta de fe en el sistema de pagos post-performance, afirmaron haber entregado el 50 por ciento del tributo, como si media transacción bastara para media función. Revelaron así el gran secreto de la industria: primero el espectáculo, luego el pan -si es que sobra-.

Este episodio queda como metáfora perfecta de nuestra era: donde los problemas técnicos sirven de cortina de humo para los problemas éticos, y donde se espera que los artistas actúen por exposición mientras los empresarios exponen a los artistas.

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