Britney Spears provoca caos en vuelo privado con cigarrillo y alcohol

En un episodio que parece extraído de un reality show surrealista, la emperatriz del caos pop, Britney Spears, demostró una vez más que las reglas de la aeronáutica son meras sugerencias para quienes habitan el Olimpo de las celebridades. La diva, en un arrebato de libertad post-tutela, decidió convertir su vuelo privado desde Cabo San Lucas a Los Ángeles en un afterparty a 10,000 pies de altura, combinando vodka con valentía para encender un cigarrillo a bordo, como si las alarmas de incendio fueran solo efectos especiales de su vida.

La tripulación, atrapada entre el protocolo y el temor a ser cancelled por interrumpir el ritual de la estrella, logró convencerla de apagar el pitillo, aunque no sin antes ser testigos de lo que los informes describen como una “actitud digna de un concierto gratuito en Times Square”. Al aterrizar, las autoridades, en un gesto de condescendencia digna de un cameo en Keeping Up with the Spears, le regalaron una advertencia escrita (coleccionable, seguramente) antes de dejarla marchar entre selfies y murmullos.

Mientras tanto, JSX, la aerolínea involucrada, optó por el silencio estratégico, probablemente redactando un manual titulado “Cómo manejar clientes que confunden un jet con el backstage de Coachella”. El episodio se suma a la saga post-tutela de Britney, donde cada capítulo —ya sean bailes en bikini o romances relámpago— es celebrado por sus fans como un acto de rebelión y criticado por sus exasesores como “prueba de que el sistema judicial prioriza hashtags sobre historiales médicos”.

Y así, entre tweets virales y diagnósticos de sillón, la princesa del pop sigue escribiendo su guión: una tragicomedia donde la libertad se mide en likes y las consecuencias… bueno, esas parecen reservadas para los mortales que vuelan en clase económica.