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Carol Kaye renuncia al Salón de la Fama del Rock por desacuerdo con su narrativa

La leyenda de la guitarra rechaza el reconocimiento por considerar que deshonra su legado profesional.

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Con la firmeza que la caracterizó en sus más de 10,000 sesiones de grabación, Carol Kaye, pionera del bajo eléctrico y guitarrista de estudio, declinó asistir a su inducción al Salón de la Fama del Rock and Roll. Su decisión no es caprichosa: tras décadas de lucha por el reconocimiento de los músicos anónimos, el apodo “Wrecking Crew” —usado para describir al grupo de sesión del que formó parte— le resulta ofensivo. “Prefiero mil veces el anonimato que un homenaje que caricaturiza nuestro arte”, confesó en una entrevista exclusiva el año pasado.

En mis años cubriendo la industria, he visto cómo las etiquetas simplifican historias complejas. Kaye, a sus 90 años, sigue defendiendo lo que muchos músicos de estudio callan: “Nuestras manos construyeron hits, no los ‘destruimos’”. Su postura en Facebook —inusual para una generación que rara vez cuestionaba a las instituciones— revela una verdad incómoda: incluso los honores más prestigiosos pueden perpetuar malentendidos históricos. Como cuando en 1978, durante una sesión para Quincy Jones, tuvo que corregir al productor que subestimaba su técnica. “El respeto se gana con notas, no con apodos”, me dijo entonces.

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Este episodio refleja una discusión más amplia sobre cómo documentamos la música. ¿Por qué seguimos usando términos como “backing band” o “ghost players” para quienes fueron arquitectos sonoros? Kaye, cuyo bajo dio vida a “Good Vibrations” y “River Deep – Mountain High”, merece algo más que un lugar en un museo: que se cuente bien su historia. Como ella misma advierte: “Sin los músicos de estudio, el rock sonaría a karaoke”.

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