Cate Blanchett revela el oscuro secreto del final de El Juego del Calamar

La tercera y última temporada de El Juego del Calamar ha dejado a los espectadores con la boca abierta, no solo por su desenlace impactante, sino por la aparición estelar de una figura inesperada: Cate Blanchett, la diosa del cine, rebajándose a reclutar pobres diablos para un juego macabro. ¡Qué honor! ¿Quién no querría ser abofeteado por una ganadora del Óscar mientras pierde sus ahorros en un pasatiempo mortal?

El creador Hwang Dong-hyuk, en un arrebato de genialidad (o desesperación), decidió que nada simbolizaría mejor la decadencia del capitalismo que una actriz de renombre repartiendo cachetadas en un callejón de Los Ángeles. “Era más dramático”, dijo, como si no supiéramos que Netflix solo quería un clickbait con estrella internacional. Pero, claro, Blanchett lo clavó: con solo una mirada, logró transmitir esa complicidad perversa entre los ricos que juegan con vidas ajenas y los pobres que las pierden.

¿Crítica social? Por supuesto. ¿Oportunidad para un spin-off hollywoodense? ¡Obvio! La serie coreana, que comenzó como una fábula sobre la desigualdad, ahora se rinde al sueño americano: si vas a explotar miserias humanas, hazlo con estilo y un presupuesto millonario. El mensaje es claro: el juego nunca termina, solo se globaliza.

Así que, mientras los fans especulan si esto es arte o mercadotecnia, una cosa es segura: Netflix ha encontrado la fórmula perfecta. ¿Violencia absurda? Check. ¿Estrellas de renombre en cameos ridículos? Check. ¿Final ambiguo para mantenernos enganchados? Double check. Bienvenidos al verdadero juego del calamar: el que juegan los ejecutivos con nuestras expectativas.