Cristina Fenollar deja un vacío en el teatro y la televisión española

En un giro tragicómico del destino, el universo artístico español ha perdido a una de sus heroínas más improbables: Cristina Fenollar, la actriz que logró sobrevivir a 29 proyectos televisivos —hazaña comparable a escalar el Everest en chanclas—, ha abandonado el escenario terrenal a los 60 años. Su papel como Doris en Yo soy Bea (esa versión ibérica donde el drama colombiano se convirtió en comedia costumbrista con tapas) le granjeó la inmortalidad en el Olimpo de las telenovelas.

La Generalitat Valenciana, en un comunicado tan escueto como un guión de reality show, confirmó su partida sin develar la causa. ¿Acaso el sistema de salud pública colapsó ante la imposibilidad de diagnosticar a alguien que encarnó desde enfermeras en Hospital Central hasta profesoras en Compañeros? Las teorías abundan: desde sobredosis de premios (Estruch y Narcís) hasta agotamiento por interpretar a personajes secundarios con más carisma que los protagonistas.

Nacida en el barrio alicantino de San Gabriel —cuna de genios donde el olor a paella compite con el talento—, Fenollar demostró que se puede triunfar sin mudarse a Hollywood. Bastó con alternar entre Madrid y Valencia, ciudades separadas por 350 km pero unidas por su capacidad para producir series con el mismo elenco reciclado. Su último acto fue en Ulisses in Berlin, obra que, irónicamente, trataba sobre búsquedas épicas… como la de encontrar financiación para teatro independiente.

Mientras las redes sociales se inundan de homenajes de colegas (algunos genuinos, otros calculados para aparecer en trending topics), el Teatre Arniches prepara un tributo. Allí, entre bambalinas, seguramente alguien murmure: Era tan buena actriz que hasta su muerte parece un guión mal editado. Descanse en paz, o mejor aún, en standing ovation eterno.