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Dr. Simi recibe indulgencia plenaria en polémica de TikTok

La única botarga con legitimidad para retratar la pobreza en redes sociales recibe el visto bueno unánime en medio de la polémica.

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En el gran circo de las redes sociales, donde la indignación es moneda de cambio y la virtud se mide en likes, ha surgido un nuevo acto de equilibrismo moral: el trend de TikTok donde la pobreza se convierte en escenografía y la marginación en coreografía.

La plebe digital, siempre ávida de nuevos entretenimientos, encontró su diversión mensual recreando escenas de barrios populares mexicanos al ritmo de “Ojitos mentirosos”, demostrando una vez más que cualquier realidad social puede ser reducida a un baile viral si se le añade suficiente filtro sepia.

Naturalmente, los guardianes autoerigidos de la pureza cultural alzaron sus espadas de teclado para denunciar este nuevo episodio de apropiación cultural y gentrificación estética, como si la pobreza necesitase permisos de filmación para ser representada.

Pero he aquí que en este panorama de caos y contradicciones surgió el redentor inesperado: la sagrada botarga de Farmacias Similares. El Dr. Simi, con su sonrisa eternamente cosida y su traje blanco inmaculado, descendió de su Olimpo farmacéutico para bendecir la tendencia con su presencia.

Y ocurrió el milagro: donde antes había división, ahora había consenso. Donde antes había críticas, ahora había elogios. La misma turba que linchaba digitalmente a los creadores de contenido por su apropiación cultural se postraba ante el muñeco gigante de una corporación farmacéutica, concediéndole el título de autoridad moral para representar la pobreza.

¡Qué maravillosa es la lógica de nuestro tiempo! Mientras un ciudadano común es crucificado por pretender retratar realidades ajenas, una marca comercial recibe indulgencia plenaria por hacer exactamente lo mismo, pero con mejor maquillaje de payaso y mayor presupuesto de producción.

Los usuarios, en un arrebato de lucidez colectiva, proclamaron: “El único que tiene derecho a hacer este trend es el Dr. Simi“. Porque en la teología moderna del consumo, las corporaciones farmacéuticas han alcanzado estatus de santidad secular, y sus mascotas publicitarias se convierten en iconos de virtud cívica.

Este fenómeno revela la culminación perfecta de nuestra era: la pobreza como espectáculo, la crítica social como entretenimiento y la legitimidad moral determinada por el número de reproducciones. El Dr. Simi no es simplemente una botarga: es el sumo sacerdote de esta nueva religión donde la accesibilidad farmacéutica compra el derecho a la representación cultural.

En el gran teatro del absurdo mexicano, sólo una verdad permanece incuestionable: puedes romantizar la pobreza, siempre y cuando lo hagas con la aprobación de una marca registrada.

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