El circo de las estatuillas y la fábrica de sueños dorados

En un espectáculo de autofelicitación que rivaliza con los mejores números del circo romano, la noble congregación de augures –antes conocidos como críticos– ha desvelado los nombres de los elegidos para los Critics Choice Awards 2026. La ceremonia, un hors d’oeuvre esencial en el banquete caníbal que conduce al altar mayor del Óscar, ha tenido la generosidad imperial de permitir que un par de prodigios de provincias lejanas, llamados Guillermo del Toro y Diego Luna, se arrastren hasta el vestíbulo del templo.

Don Diego, un caballero de la triste figura rebelde, ha sido enaltecido por su conmovedora interpretación de un hombre que descubre, episodio tras episodio, que la lucha contra un imperio galáctico es un curriculum vitae excelente para la posteridad. Su serie, un tratado sobre el origen del héroe fabricado en cadena, demuestra el profundo anhelo contemporáneo por explicaciones preenvasadas para el descontento, preferiblemente con efectos especiales y un diseño de producción impecable.

La fábrica de monstruos y la línea de montaje de méritos

Por su lado, el Señor del Toro, un Pigmalión moderno especializado en resucitar cadáveres literarios, presenta su último experimento de laboratorio: una nueva versión del mito de Frankenstein. La ironía, dulce y jugosa, es que la criatura –encarnada por la belleza esculpida de Jacob Elordi– compite por el galardón al mejor actor de reparto, mientras su creador aspira al de mejor director. Una lección magistral sobre la jerarquía en el ecosistema creativo: el genio recibe la corona, mientras la obra –por muy animada que esté– debe conformarse con una palmadita en la espalda y una nominación.

No obstante, el verdadero leviatán de esta edición es un drama de horror titulado “Sinners“, que con 17 nominaciones confirma una verdad incuestionable: nada vende mejor que el espectáculo del pecado, siempre y cuando esté meticulosamente iluminado y distribuido por un estudio mayor. En un segundo puesto, otra obra sobre batallas, porque ¿qué sería de nuestra industria sin la glorificación ritual del conflicto, ya sea entre galaxias, en el campo de batalla o en el salón de la fama?

El santoral laico: una lista de beatos y beatas

He aquí el martirologio moderno, la lista de santos y santas cuyas efigies serán veneradas. Observen la diversidad: desde el joven mártir del talento precoz hasta el veterano redimido por un papel serio. Cada nombre es un producto de nicho, una emoción empaquetada, una demografía conquistada. Se premia al actor que canta, a la cantante que actúa, al cómico que llora y al drama que, milagrosamente, logra recaudar. Es el equilibrio perfecto entre el arte y el comercio, donde la única herejía es ser invisible para la taquilla.

En este gran teatro de las vanidades, donde el mérito se mide en columnas de pulgadas y el prestigio en campañas de for your consideration, solo una pregunta persiste, susurrada entre los aplausos: ¿Estamos premiando el espejo que refleja nuestra alma o simplemente el marco más dorado que pueda comprarse para él?

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