El circo democrático de los realities televisivos

En este glorioso siglo XXI, mientras el mundo se desmorona, la ciudadanía mexicana ha encontrado su más elevada expresión cívica: el sagrado ritual de los votos televisivos. No para elegir gobernantes, qué idea tan pedestre, sino para decidir el destino de celebridades de tercer orden en los modernos coliseos digitales.

En “Las Estrellas Bailan en Hoy“, monumental ejercicio de oxímoron donde lo estelar brilla por su ausencia, se desarrolla el séptimo acto de esta farsa coreografiada. Las parejas, cuyos nombres parecen extraídos de un generador aleatorio de personajes de telenovela, se someten al escrutinio de un tribunal cuasi divino compuesto por Andrea Legarreta, Latin Lover, Ema Pulido y Albertano —porque nada dice “seriedad dancística” como un comediante que habla con un murciélago.

La dinámica democrática es tan profunda como un charco: el pueblo, desde su trono de sofá, ejerce su soberanía mediante clics redentores. Los promedios se revelan cual tablas de la ley los viernes, y la pareja más desdichada queda sujeta al juicio popular, ese mismo que en la vida real no sirve para elegir al presidente municipal pero que aquí determina destinos artísticos con precisión quirúrgica.

Lo más sublime ocurrió recientemente cuando los coreógrafos, en un arrebato de compasión digno de la Cruz Roja, solicitaron que nadie fuera eliminado. ¡Magnífico! En el mundo real despiden a miles sin miramientos, pero en la pantalla sagrada, el alto nivel de desempeño —traducción: ratings peligrosamente bajos— merece clemencia universal.

Mientras tanto, en “La Granja VIP“, ecos distorsionados de Orwell donde los cerdos realmente son iguales, pero algunos más iguales que otros, se desarrolla otra épica batalla por la supervivencia. Alfredo Adame, ese filósofo contemporáneo conocido por su temperamento zen, y César “Teo” Doroteo, compiten en este microcosmos social donde la traición es virtud y la lealtad, defecto.

El mecanismo de votación es una obra maestra de ingeniería social: diez votos diarios por persona, porque la democracia debe dosificarse como medicamento controlado. Los televidentes disponen de su cuota de poder ilusorio en www.lagranjavip.tv/vota, dirección web que sin duda visitarán más ciudadanos que aquellos que revisan los planes de gobierno de sus candidatos.

Los jueves y viernes contemplamos el Reto de Salvación y la Traición institucionalizada, metáforas perfectas de nuestro sistema político donde las alianzas duran menos que un helado en verano. Eleazar Gómez, beneficiado recientemente, demuestra que en la granja —como en la vida— caer en desgracia es reversible con suficiente exposición mediática.

Así, entre bailes dudosos y confesionarios prefabricados, construimos nuestra democracia espectáculo, donde el pueblo ejerce su soberanía eligiendo qué famoso merece seguir recibiendo su cheque, mientras fuera de la pantalla, la verdadera granja —esa donde somos todos los animales— sigue su curso implacable.

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