En un giro tragicómico que supera cualquier guion de Hollywood, Vince Neil, el frontman de los archiconocidos Mötley Crüe, ha protagonizado su propio drama médico-rockero. Resulta que la pasada Navidad, mientras el mundo civilizado intercambiaba regalos y buenos deseos, a Neil le obsequiaron un derrame cerebral, un regalo que, sin duda, no estaba en su lista.
El veterano del glam metal, acostumbrado a esprintar por escenarios entre explosiones de pirotecnia, se vio en la obligación de emprender la hazaña más épica de su carrera: volver a aprender a caminar. Los galenos, esos aguafiestas con bata blanca, llegaron incluso a insinuar el impensable: que quizás su lugar ya no estaba sobre las tablas, sino en un cómodo sillón disfrutando de sus royalties. ¡Herejía!
Pero, ¿acaso una minucia como un accidente cerebrovascular podría detener la imparable maquinaria del rock and roll? ¡Jamás! La residencia en el meca del exceso, Las Vegas, fue simplemente pospuesta, como quien aplaza una cena para planchar camisas. Reprogramada para este otoño, la función comenzará puntualmente esta noche, 12 de septiembre, en el Dolby Live del Park MGM. Porque en el gran cirio del espectáculo, el show debe continuar, aunque el cantante haya tenido que reaprender a mover los pies. Una lección sublime de prioridades en un mundo donde el contrato es más sagrado que la carótida.