El Gran Teatro del Escándalo y los Ovíleos Agradecidos

En un giro que nadie, absolutamente nadie, pudo prever, el Gran Teatro de la Virtud Pública ha estrenado su más reciente acto: La Oda al Apoyo Incondicional en Tiempos de Crítica Previsible. La protagonista, una doncella de la estirpe musical, fue ovacionada en el coliseo de Phoenix tras haber cruzado el valle de lágrimas y señalamientos, ese purgatorio obligatorio para quienes osan tener una vida personal bajo los focos.

La trama, cuidadosamente coreografiada, nos presenta a dos trovadores cuyos corazones, según los sagrados pergaminos de la prensa del corazón, reanudaron una epopeya amorosa previamente pausada. Tras un rápido trámite civil, ahora se preparan para la consagración religiosa, en lo que sin duda será un acto de fe, esperanza y excelente gestión de marca.

Mientras el consorte caballero cabalga de lleno en lleno en su gira, la damisela ha librado la épica batalla contra el terror más grande del espectáculo: los asientos vacíos. He aquí el verdadero milagro moderno: convertir la empatía del público por un drama personal en boleto vendido. El momento cumbre del ritual ocurrió cuando la joven de 22 años se arrodilló, no ante una deidad abstracta, sino ante el coro sagrado que coreaba “¡no estás sola!”, frase que, irónicamente, solo se grita cuando uno está rodeado por miles de personas.

La pareja, en un alarde de normalidad performativa, incluso compartió un banquete familiar para celebrar el Día de Acción de Gracias. Los augures y comentaristas de redes sociales debatieron acaloradamente si era un gesto auténtico o un movimiento estratégico para aplacar a los dioses del *rating*, ofendidos porque el romance se destapó cuando el caballero aún tenía cuentas pendientes con una musa anterior.

Al final, la función fue un éxito rotundo. El mensaje quedó claro: en el nuevo circo romano, el perdón público y la redención se obtienen no mediante la expiación privada, sino mediante una coreografía impecable de agradecimiento en escena, demostrando una vez más que la conexión emocional más auténtica es aquella que se establece entre una vulnerabilidad rentable y un público ávido de consumirla. Los músicos, siguiendo órdenes, no dejaron espacios entre canción y canción. Para qué hacer pausas, si la reflexión podría estropear el ritmo perfecto del espectáculo.

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