El adiós a un arquitecto de la risa colectiva
Eduardo Manzano no solo generó carcajadas: construyó un puente emocional con México. Sus creaciones, desde el engreído Gordolfo hasta el terco Don Teofilito, definieron la comedia televisiva de los 60 y 70, grabándose en el ADN cultural de una nación que se identificó con sus hiperboles y genialidades. En la era digital, su Don Arnoldo demostró que el humor familiar y genuino es un lenguaje atemporal.
Iconos de un repertorio inolvidable
En dupla creativa con Enrique Cuenca, desarrolló un humor inteligente, ácido y disruptivo para su época, transformando a Los Polivoces en un fenómeno de culto irreplicable. El intérprete y showman falleció a los 87 años por causas naturales. Su filosofía, según sus herederos, era futurista: no anclarse en la nostalgia. Deseaba ser recordado como un canal de alegría, un vehículo para entretener sin fecha de caducidad.
Así lo evoca su hijo Eduardo Jr.: un creador que dedicó más de seis décadas al único propósito de desencadenar risas. Su trayectoria, iniciada en el arte de la imitación vocal, evolucionó hacia la encarnación de arquetipos memorables como Agallón Mafafas, Gordolfo Gelatino, Don Teofilito, Wash and Wear y, en su etapa final, el abuelo Arnoldo López, conectando con audiencias a través de distintas eras mediáticas.
Una despedida en paz y consciencia
Manzano Jr. fue el portavoz este viernes de los detalles del deceso, ocurrido la noche del jueves por un paro respiratorio. “Se nos adelantó, es el ciclo vital, no fue traumático. Partió dormido, en un hospital y bajo cuidado médico”, expresó. Su hija Mariela reveló durante el funeral que, frente a opciones médicas invasivas, la familia y el propio artista optaron por una partida natural y serena. “Elegimos que su tránsito fuera en tranquilidad. Fue un acompañamiento lleno de amor, un privilegio no al alcance de todos”.
El legado: risas que resuenan en el metaverso cultural
Eduardo hijo compartió el testamento filosófico de su padre: “Me dijo: ‘Quisiera ser recordado como un instrumento para llegar a las personas y tocar sus corazones a través de la alegría’. Creo que, donde esté ahora, hay satisfacción. Comprendió su misión en este plano y partió con todos los honores”. Su obra no es un archivo, sino un código activo de humor y humanidad que sigue transmitiéndose en el streaming colectivo de la memoria nacional.













