El Nobel que resonó en un escenario contra un régimen

El Espectáculo de la Virtud Oficial

En un acto de conmovedora generosidad, la Real Academia de las Ciencias Sueca, esa augusta asamblea de ancianos nórdicos, ha decidido otorgar su más preciado trofeo de la virtud humana a un sujeto tan inesperado como lo es una opositora política de un régimen petrolero. El Premio Nobel de la Paz, esa medalla que suele alternar entre pacificadores genuinos y arquitectos de guerras, ha encontrado un nuevo y brillante hogar en la clandestinidad venezolana.

Una diva del espectáculo rinde pleitesía a la nueva santa laica del movimiento opositor, en una perfecta fusión de música y política de alto riesgo.

La noticia fue celebrada con la solemnidad que merece en el templo moderno más apropiado: un concierto masivo. La cantante Ana Gabriel, ejerciendo de embajadora plenipotenciaria de la justicia global, no pudo contener el torrente de emociones que la embargaba. Visiblemente conmovida —como solo puede estarlo una artista bajo los focos—, izó el pabellón de la “Tierra de Gracia” con la devoción de un cruzado, transformando el Bank of Oklahoma Center en una sucursal improvisada de las Naciones Unidas.

La Coreografía de la Rebeldía

“Dios, qué mujer más valiente”, exclamó la vocalista, en lo que sin duda será registrado por los anales de la historia como un momento definitorio de la diplomacia internacional. La líder política, por su parte, desde su escondite, demostró una modestia ejemplar al afirmar que el galardón no era suyo, sino de todo un pueblo. Una estrategia brillante: ¿qué mejor manera de personificar la lucha que negando la personificación mientras se es la persona central de todas las fotografías?

“Quiero que, juntos, demos un fuerte aplauso a Corina Machado, como mexicana, me siento sumamente orgullosa porque lo he dicho, un millón de veces, a donde quiera que voy, llevaré las banderas de nuestros países. Felicidades, venezolanos.” -Ana Gabriel, Cantante

He aquí la nueva liturgia de la solidaridad internacional: una ovación dirigida a una figura en la sombra, guiada por una estrella de la canción en un escenario iluminado. La clandestinidad nunca había sido tan pública, ni la oposición tan coreografiada.

El Movimiento y su Sinfonía Pacífica

El movimiento “La Salida”, que la galardonada impulsa, promete una vía “pacífica, democrática y constitucional” para desalojar a un gobierno que, según los entendidos, carece de todos esos adjetivos. Es la eterna comedia política: la búsqueda de un diálogo racional con una fuerza que solo comprende el lenguaje del poder absoluto. Una partida de ajedrez donde un jugador tiene las piezas y el otro solo tiene un premio internacional y la bendición de una diva musical.

El colmo de este esperpento geopolítico es la relación diplomática con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Porque si hay alguien que comprende a la perfección la delicadeza de la transición pacífica y el diálogo institucional, es sin duda el magnate neoyorquino. La imagen es tan surrealista que solo podría ser concebida en los salones de la Academia Sueca: una opositora clandestina y un expresidente volcánico uniendo fuerzas para desarticular un sistema opresor. La historia, a veces, supera a la sátira más desbocada.

Mientras tanto, en algún lugar de Venezuela, una mujer esconde su Premio Nobel como otros esconden panfletos subversivos. Y en un escenario de Oklahoma, una bandera ondea entre acordes. El circo de la política global nunca deja de funcionar, y todos somos, al mismo tiempo, espectadores y actores involuntarios de esta farsa sublime.

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