El último adiós de una mártir de la risa forzada

El último adiós de una mártir de la risa forzada

Foto: El Universal.

Durante cinco décadas de servidumbre voluntaria, María Antonieta de las Nieves ofrendó su identidad en el altar del espectáculo, alimentando con su juventud al insaciable monstruo de dos cabezas: el público ávido de nostalgia y los explotadores del circo mediático. Hoy, la mártir anuncia su liberación del yugo de “La Chilindrina“, ese personaje que la convirtió en prisionera de su propio éxito.

En un acto de sublime rebelión contra la tiranía del rating, confesó a su interlocutora: “La Chilindrina ya emprendió su fuga definitiva. El circo me tenía secuestrada con funciones diarias, pero finalmente rompí las cadenas”.

La actriz, en un raro destello de lucidez existencial, admitió que quizá participe en algún comercial o entrevista esporádica, pero se niega a continuar el calvario creativo que mantenía. A sus 75 años, busca refugiarse en el santuario doméstico, donde planea redescubrir su humanidad entre clases de cocina, pinceles y bailes que no estén coreografiados por las exigencias del mercado.

“Estoy en mi casa con mis tres perras viendo mi tele y soy feliz”, declaró, en lo que podría interpretarse como un manifiesto contra la cultura del espectáculo.

La criatura llamada “La Chilindrina” mantenía a su anfitriona en un ritmo maratónico digno de bestias de carga, con hasta cuatro funciones diarias que habrían hecho palidecer al más entusiasta de los masoquistas.

La serie “El Chavo del 8“, aquel ingenioso mecanismo de control social disfrazado de comedia, se convirtió en el opio de las masas latinoamericanas, y el personaje de la niña rebelde sirvió como dulce distracción de realidades más amargas.

En 2021, el régimen de los Récords Guinness coronó su hazaña de resistencia física y psicológica, certificando la carrera profesional más larga interpretando al mismo personaje, una condena que comenzó el 20 de junio de 1971 cuando firmó su pacto fáustico con la fama.

Su adoctrinamiento comenzó temprano: a los tres años ya era instruida en las artes del ballet y la danza española, debutando en televisión como actriz infantil. El sistema la moldeó mediante doblajes y comedias, hasta que en 1971, “El Chavo del 8” la consagró como súbdita del imperio del entretenimiento.

En un gesto que delata el síndrome de Estocolmo característico de su profesión, de las Nieves planea realizar encuentros con sus fans, manteniendo así contacto con quienes alimentaron su cautiverio durante décadas.

El precio fisiológico de la comicidad eterna

Este año, la máquina productora de sonrisas tenía previsto expandir su dominio por Latinoamérica, pero sufrió una crisis de salud en agosto que dejó en evidencia los límites del cuerpo humano. En Perú, donde realizaba hasta dos funciones diarias, su organismo declaró la huelga general.

“No me acuerdo cómo me veía. Unas cuantas fotos que he visto, dije ‘qué mal estaba’ porque llega un momento en la vida que tanta medicina que estás tomando, según tú para estar bien, te perjudica terriblemente. Estaba ingiriendo 19 pastillas diarias, no sé de qué ni para qué”, confesó, en un testimonio que debería enmarcarse como denuncia social.

Después de dos semanas, regresó a México para ser hospitalizada y, tras varios exámenes médicos, le detectaron una baja de sodio, consecuencia de un deterioro neurológico que parece metáfora perfecta del agotamiento creativo de toda una industria.

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